Alejandra Pizarnik, una voz que no se apaga

La vida de Alejandra Pizarnik fue dificil, tumutuosa y atormentada por diversos avatares.


La poesía intensa y profunda de esta poeta entrañable porque siempre lanza palabras en carne viva podría asociarse a la navegación de un barco ebrio en medio de la tempestad, tomando como referencia el título del poema de su admirado Rimbaud.

En efecto, la vida entera con la angustia existencial a flor de piel y la búsqueda de palabras certeras para nombrarla.

Cuando Alejandra escribe: "Una mirada desde la alcantarilla puede ser una imagen del mundo, la rebelión consiste en pulverizarse los ojos mirando una flor" está definiendo a su manera el modo de estar parada sobre la tierra.
Una voz singularísima e implacable en sus versos y en su prosa reconocemos las marcas de su tributo a los poetas simbolistas franceses como Baudelaire, Rimbaud y Verlaine, y los acordes de la música de Brahms.

Nacida en Buenos Aires en 1936, descendiente de una familia judíos rusos y ucranianos el impacto de los padecimientos de sus antecesores fue parte de los lastres con los que convivió no sin conflictos.

Entre las obras más notables de Alejandra Pizarnik podemos mencionar La tierra más ajena (1955), La última inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958).

A. Pizarnik vivió en Paris entre los años 1960 y 1964, cultivó una intensa amistad con Julio Cortázar y Octavio Paz, el escritor mexicano prologó el libro El árbol de Diana.

También vale señalar otros libros tales como Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1972).

En 1972 Alejandra se quitó la vida pero su voz inconfundible continúa resonando hasta nuestros días.

Como escribiera Vicent Van Gogh: "El molino ya no está pero el viento sopla todavía".
 
Carlos A. Solero
Lunes 3 de julio de 2023

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