por Agustina Bessa-Luis
(Gong Producciones, Buenos Aires, 2021, 346 páginas)
Agustina Bessa-Luis (Portugal, Amarante l922-Oporto 2019) es prácticamente desconocida en la Argentina. Sin embargo, está considerada como una cumbre literaria de su país, que escribió un centenar de libros (novelas y cuentos, pero también ensayos y obras de teatro). Según la contratapa, de ella opinó José Saramago: “Si hay en Portugal una escritora que participe de la naturaleza del genio, es Agustina Bessa-Luis”. Realizó guiones para el realizador Manoel de Oliveira, y recibió el premio Camôes, el más prestigioso de la literatura portuguesa.
La historia es sencilla: trata sobre la vida de María y de sus tres hijas (Quina –la sibila-, Estina y Germa), que se desarrolla en un medio rural que gira alrededor de la casa de la Vessada, que funciona como una especie de castillo medieval que influye en toda la comarca no solo en los aspectos económicos sino también en sus pensamientos. Respecto a Quina se comenta que “Como vehículo de lo sobrenatural, ella se encontraba más venerable que las fuerzas de las que se proponía ser intermediaria…”. Y, aunque se sumerge en un mar de contradicciones entre el bien y el mal, en mitad de la novela se afirma que “La fibra más recóndita de su ser era la ternura, la más bella y más rara ternura.” Los otros protagonistas son falsos en su conducta, mienten constantemente, y aman el dinero porque odian a los pobres y temen convertirse en uno de ellos. Y, aunque se alude a sus fantasías y actos sexuales, la autora no los describe.
Impresiona su excelente prosa, concretada a través de párrafos largos, de períodos sinuosos, hasta barrocos, siempre esplendorosos. Que sirva de ejemplo esta descripción: “Los mochuelos graznaban en el monte, que era como un paredón donde se quebraban todos los sonidos. Por las puertas de cristal, del balcón, se veían las nubes plateadas, como olas, y la luz verdosa, que parecía moverse por el firmamento velozmente, velozmente.” También ahonda con profundidad en el alma humana: “El miedo proviene de cierto cultivo de la imaginación, de la consideración extrema por la vida, que es cosa distinta del amor por ella; se considera aquello que se teme perder, pero amor es siempre un estado de audacia, de éxtasis, situación de un jugador que arroja sus dados y se arriesga”.
La sibila describe la actitud aristocrática de una sociedad patriarcal que alcanza dimensiones patológicas: las mujeres jóvenes –algunas son niñas– se casan con ancianos decrépitos. Los matrimonios tienen numerosos hijos que son cuidados por los criados. Es una comunidad cuyos miembros se comportan con falsedad: “Se había vuelto hermosa, con esa belleza que resulta más de una alianza perfecta con lo que está de moda, inesperado, actual, que de verdaderos encantos físicos.”
Agustina Bessa-Luis describe las tareas rurales con lujo de detalles y también se refiere con un sentido ornamental a la ropa y a las joyas que ostentan las mujeres elegantes.
En la casa de la Vessada anidaba una suerte de locura, en la que prevalecían los valores trastocados: “…más nada pudo llegar a aquellos corazones, hombre y mujer fueron siempre extraños y, en los momentos de gravedad, en las horas de amargura, casi enemigos”. Los individuos eran retorcidos y complicados, como si el ser humano fuera un oxímoron alucinado. En ese ambiente rural hay mucho odio y envidias y escaso amor por el prójimo. Así María llega a afirmar: “–No puedo verla. Ninguna de las mujeres con las que me engañaba mi Chico me molestaba tanto y me provocaba este disgusto. Ellas, a fin de cuentas, me honraban. Ésta me desacredita la familia-"
Hay muchas referencias a la conflictiva vida interior de los protagonistas: “…pensó Germa, advirtiendo aquel éxtasis ciego, perdido de raciocinios, apenas vencido, apenas aislado en la pasión y respirando de ella sin saciedad y sin paz.”
Debe elogiarse por su calidad la traducción de Isaac Alonso Estravis así como el prólogo de Mónica Baldaque.
La sibila peca de una excesiva amplificación, y es de muy exigente lectura, pero se trata de una obra mayor, cuya belleza estética es tan exultante como sublime. Vale la pena leerla.
Germán Cáceres
0 comments