Muere a los 77 años el escritor Paul Auster
Guardián del pasado literario de Brooklyn y de la generación heredera de Faulkner, el narrador falleció de cáncer en Nueva York tras unos años marcados por la tragedia de la muerte de su nieta y su hijo.
El escritor estadounidense Paul Auster ha muerto este martes en Nueva York a los 77 años consecuencia del cáncer de pulmón que padecía, cuyo diagnóstico anunció públicamente hace un año su esposa, la también escritora Siri Hustvedt. Su muerte se produce pocos meses después de publicar Baumgartner, la novela en la que repasa cinco décadas de escritura y que constituye su testamento literario. Reconocido internacionalmente, tanto por su literatura como por sus incursiones en el cine —como la película Smoke, con Harvey Keitel en el papel protagonista—, autor de la aclamada Trilogía de Nueva York o la novela río 4 3 2 1, el carismático escritor y patrón laico de su barrio de adopción, Brooklyn, recibió numerosos premios —entre ellos el Príncipe de Asturias en 2006— aunque siempre le fuera esquivo el Nobel. Pero fue sobre todo el reconocimiento de la crítica —el suplemento literario del británico Times lo calificó como “uno de los escritores estadounidenses con una inventiva más espectacular”— el que forjó su estatura de gigante de las letras.
Aunque originario del Estado vecino de Nueva Jersey, Auster fue una de las luminarias de la escena cultural neoyorquina, de la que se retiró tras ser diagnosticado de cáncer. Visiblemente desmejorado incluso antes de conocerse la enfermedad que padecía, sus cada vez más contadas apariciones públicas, como por ejemplo el homenaje de autores a su amigo Salman Rushdie, víctima de un atentado en agosto de 2022, hacían presagiar un debilitamiento de su estado, que el doble mazazo familiar que sufrió al perder a su nieta y a su hijo en un breve periodo de tiempo, acabó de minar.
Novelista prolífico, escritor de memorias y guionista cuya fama eclosionó en la década de los ochenta con su reinvención posmoderna de la novela negra, Auster era descrito a menudo como una “superestrella literaria” en los medios de comunicación. Ligado a los ritmos de su ciudad adoptiva, que también fue un personaje en gran parte de su obra, permaneció fiel sobre todo a Brooklyn, donde se instaló en 1980 entre las calles bordeadas de robles de las brownstones, o tradicionales casas de piedra rojiza que constituyen la tipología de la zona de Park Slope, su barrio. A medida que crecía su reputación, Auster pasó a ser considerado un guardián del rico pasado literario de Brooklyn, de raigambre judía, y también el principal recambio de la generación que heredó al coloso Faulkner, con Philip Roth a la cabeza.
“Paul Auster era el novelista de Brooklyn en los años ochenta y noventa, cuando yo crecía allí, en una época en la que muy pocos escritores famosos vivían en el barrio”, ha declarado al diario The New York Times la escritora y poeta Meghan O’Rourke, criada en un barrio cercano al de Auster. “Sus libros estaban en las estanterías de todos los amigos de mis padres. De adolescentes, mis amigos y yo leíamos ávidamente su obra tanto por su extrañeza —ese toque de surrealismo europeo— como por su cercanía”.
Ese toque europeo le convirtió, como a Woody Allen y sus películas, en un creador especialmente apreciado en el Viejo Continente. En Francia —vivió de joven en París— ganó varios premios literarios y se convirtió en uno de esos contados estadounidenses que los franceses acogen como a un hijo adoptivo. “Auster es una estrella del rock en París”, escribió en 2007 la revista New York.
En el Reino Unido, su novela 4 3 2 1, publicada en 2017 y que ofrece cuatro versiones paralelas de los primeros años de vida de su protagonista —Ferguson, un niño judío nacido en Newark en 1947—, fue preseleccionada para el Premio Man Booker. Otro paralelo con el gran Roth, tal vez el padre literario al que nunca quiso matar para abrirse paso en el mundo de las letras: ambos con raíces judías y de Nueva Jersey.
Su carrera despegó en 1982, con sus memorias La invención de la soledad, una inquietante reflexión sobre su distante relación con su padre. Su primera novela, Ciudad de cristal, fue rechazada por 17 editoriales antes de ser publicada por un pequeño sello californiano en 1985. El libro se convirtió en la primera entrega de su obra más célebre, Trilogía de Nueva York, más tarde reunidas en un solo volumen. Fue una de las 25 novelas neoyorquinas más significativas de los últimos 100 años según un suplemento de estilo de The New York Times.
Ciudad de cristal es la historia de un escritor de novelas de misterio que se tambalea por una pérdida personal —un tema siempre presente en la obra de Auster, primero la de su padre y luego, en el último tramo de su vida, la doble tragedia de su nieta y su hijo a consecuencia de la adicción a las drogas de este― y que, a través de un número equivocado, es confundido con un detective privado llamado Paul Auster. El escritor comienza a asumir la identidad del detective, perdiéndose en un trabajo de investigador de la vida real mientras desciende hacia la locura.
Auster decía a menudo que prefería a Emily Brontë antes que a cualquier contemporáneo; evitaba los ordenadores y escribía a menudo con pluma estilográfica en cuadernos. Utilizaba luego su antigua máquina de escribir Olympia para mecanografiar sus manuscritos. Inmortalizó la máquina en su libro de 2002 La historia de mi máquina de escribir. Ejemplo de clásico moderno, o de moderno con maneras muy clásicas, Auster estaba casado con la escritora y ensayista Hudsvedt, también galardonada con el premio Príncipe de Asturias. En una publicación en la red social Instagram, la autora reflexionó sobre las paradojas que plantea acompañar a un enfermo y sobre la dureza de los tratamientos: “Vivir en un lugar llamado Cancerland”.
María Antonia Sánchez-Vallejo
Diario El País, Madrid, 1 de mayo de 2024
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