La persistente presencia de los ausentes
Foto: Arthur Tress |
Resulta paradójico que ciertas ausencias, tengan la capacidad y potencia para persistir en el espacio y en el tiempo e inclusive influir en las conductas de los seres humanos que tienen indubitable carnadura.
Veamos en la obra de teatro de Federico García Lorca La casa de Bernarda Alba ni Pepe El Romano ni el terrateniente andaluz Antonio María Benavides aparecen en escena sin embargo la mención de sus nombres genera estrépito, conflictos y convulsión en todas las mujeres que protagonizan la pieza. En la obra Esperando a Godot de Samuel Beckett el protagonista al que esperan con ansiedad, expectativas y hasta con angustia nunca llegará ni se hará visible pero omnipresente para lis demás personajes.
Otro tanto ocurre en El señor Galíndez obra de Eduardo Tato Pavlovsky, este sujeto, jefe de los torturadores es mucho más que un espectro omnipresente aunque nadie pueda verlo el peso de su figura infunde temor. La mera mención del ausente carga dramáticamente el ambiente a los verdugos y a las víctimas de los tormentos.
En las sociedades contemporáneas conserva vigencia el aserto de Karl Marx en su libro El XVIII de Brumario de Luis Bonaparte de que la memoria de las generaciones pasadas oprime el cerebro de las actuales, las condiciona en sus conductas y hasta las lleva a repetirlas como un simulacro de situaciones pasadas.
En la Región Argentina, en Latinoamérica, España, Francia, Alemania, Rusia e Italia esto perceptible, nos referimos al terrorismo de Estado, a las dictaduras fascistas, falangistas, nazis, al stalinismo.
Las huellas del horror padecido son marcas indelebles, imborrables.
Carlos A. Solero
Viernes 14 de abril de 2023
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