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Hace 30 años la banda británica grabó en la capital española el considerado su último gran álbum, Songs Of Faith And Devotion. Tras quemar la noche madrileña, se embarcaron en una gira tan accidentada, peligrosa y controvertida como genial, que todavía se recuerda


Juanito Torpedo (izquierda) junto a Depeche Mode durante un encuentro con la prensa previo a su concierto en Pachá auditorium del 8 de marzo de 1984. Foto de Manuel Navarro, cedida por Juanito Torpedo.

Cuando unos fans avistaron a los componentes de Depeche Mode haciendo la compra en el hipermercado Continente de Alcobendas (Madrid) no dieron crédito. Corría el año 1992, y la banda procedente de Basildon (Reino Unido) era una de las más grandes del momento. Su último álbum por entonces, Violator, había sido número 1 en medio mundo (incluida España) y el fervor popular que despertaban era uno de los más intensos del planeta. Pero, en aquella época anterior a internet, aún se podían hacer cosas medio en secreto.

A la hora de grabar su esperadísimo nuevo disco, el que iba a ser el octavo de su trayectoria, el cuarteto británico decidió cambiar su método. El productor, Flood, acaba de registrar Achtung Baby con U2 en Berlín. Bono y compañía se habían aislado de su entorno natural y se encerraron a vivir y grabar en otro país, con resultados sobresalientes. Si aquel fue el disco de la reinvención de los irlandeses, Songs Of Faith And Devotion pretendía tener la misma función en la carrera de Depeche Mode, aunque el giro sería el inverso: en lugar de pasarse del rock a la electrónica, los héroes del tecno pop iban a abrazar las guitarras eléctricas. No sin debate interno.

El impulso rock provenía de su cantante, Dave Gahan, quien se había afincado en Los Ángeles y se había enganchado a los sonidos de Jane’s Addiction, Nirvana, Soundgarden y Neil Young. También había cambiado radicalmente de imagen: estaba delgadísimo, lucía barba y una larga melena negra y su piel se había cubierto de tatuajes. Al llegar a Madrid, muchos no lo reconocieron.

La banda aterrizó en la capital de España en febrero de 1992, y habilitó su vivienda-estudio en un chalé en la exclusiva urbanización de La Moraleja. ¿Por qué Madrid? Hay varias teorías sobre esto. En un artículo de la época en El País, Diego A. Manrique exponía que la motivación era ahorrarse impuestos. La escritora y periodista Elena Cabrera, autora del libro Depeche Mode. Los últimos amantes (La Máscara, 1999), apunta que en su discográfica “les buscaron opciones de sitios en Europa donde pudieran estar tranquilos y vivir y grabar a la vez, y esta les pareció la mejor”.

La opinión más generalizada: que el atractivo de la noche madrileña fue lo que inclinó la balanza a su favor. El idilio de los Depeche con la ciudad venía de lejos: en plena Movida, habían actuado dos noches seguidas en la emblemática sala Rock-Ola en 1982, cuando solo tenían un disco, y, dos años después, lo hicieron en la Escuela de Caminos. Aquellas apariciones fueron muy influyentes en los ambientes tecnopop de la ciudad, como rubrica la periodista. “Ellos siempre han tenido buen recuerdo de los conciertos en Madrid, saben que aquí tienen un público muy fiel. No en todas las ciudades llenan dos noches seguidas el mismo estadio, como suele suceder aquí con el Palacio de Deportes. Pero el recuerdo de los días del chalé no es idílico para ellos. La idea de vivir juntos y grabar a la vez no fue la mejor. Dave Gahan se encerraba en su habitación todo el día, se ponía a pintar en un cuarto con velas y salía solo por la noche a cantar. Martin Gore [guitarra y teclados] bebía mucho. Alan Wilder [teclados y batería] estaba enfadado… Fue un infierno para la banda”.

Crisis en el chalé, fiestones en la noche madrileña

El de La Moraleja era un chalet amplio, con grandes ventanales de cristal, que alguien del entorno del grupo definió como “parecido a la mansión de Scarface”. Aunque rogaron que no se filtrase la localización, como confesó Wilder a Manrique (“Fuimos a Radio Madrid a hablar en directo y al final se congregaron tantos seguidores que no podíamos huir, se subían encima del coche y llegamos a temer por nuestras vidas”), algunos seguidores sí la encontraron. Es el caso de Juan García Flores, alias Juanillo, responsable del club de fans del grupo en Madrid y autor del libro Más de 35 años de Depeche Mode (Bubok, 2017).

“Nos enteramos de dónde estaban. La Moraleja era entonces una urbanización privada pero con acceso libre, llamamos al portero automático y nos dejaron pasar cuando les dijimos que íbamos en representación del club de fans”. Los chicos tuvieron la oportunidad de ver parte de la grabación y pasar unos minutos charlando con los componentes de la banda, sin ser conscientes del mal ambiente que había entre ellos.

Dave Gahan en un momento de la gira 'Devotional' en Bruselas el 25 de mayo de 1993.

No obstante, fue en los clubes nocturnos donde Gahan, Gore y el otro teclista, Andy Fletcher (fallecido el pasado mayo), más se hicieron ver. “Mientras Wilder se quedaba en el estudio trabajando con Flood, al resto se les avistó en varias ocasiones en la sala Morocco, que entonces era regentada por Alaska, siempre en zona VIP, y en discotecas como Archy u Oh! Madrid. También se supo de un enfrentamiento de Dave Gahan con unos ángeles del infierno a las puertas de una sala y casi lo detienen”, apunta Juanillo.

La banda estuvo afincada en Madrid durante cuatro meses, con un descanso en abril que el vocalista aprovechó para casarse en Las Vegas en segundas nupcias. Gahan, entonces de 29 años, se acababa de divorciar de su primera esposa. En la gira de Violator ya se había empezado a entregar por completo a la noche y sus excesos. Llegó a Madrid enganchado a la heroína, lo que, sumado a las enormes diferencias creativas entre Gore y Wilder, avivó la tensión entre todos los miembros del grupo. Este último tomó ya ahí la decisión de que, en cuanto finalizase la gira posterior, abandonaría Depeche Mode.

“No podíamos soportar estar en la misma habitación juntos, y me juré a mí mismo que nunca más volvería a hacer un disco en esas circunstancias”, declaró. Añadió, no obstante, que estaban “en la peor situación como miembros del grupo”, pero de ahí salió uno de sus mejores trabajos.

Martin Gore, Dave Gahan y el fallecido Andrew Fletcher, durante una conferencia de prensa en 2012 en París.

En efecto. Gahan volcó todo aquello en unas interpretaciones vocales que se pueden considerar las mejores de su vida, y Songs Of Faith And Devotion fue un éxito de crítica y público: vendió cuatro millones de copias y fue su primer disco en auparse directamente al número 1 en el Reino Unido y EE UU (en España se quedó en el 2). “Es su última obra maestra”, afirma el crítico cultural, y fan del grupo, Óscar Cabrera.

Devotional, la gira que casi acaba con ellos

No todo Songs Of Faith And Devotion se registró en Madrid. La banda culminó la grabación en Hamburgo. No regresaron a España hasta julio de 1993, ya con la gira del disco. El célebre Devotional Tour pasó por una ciudad tan poco habitual como Pontevedra (apenas acudieron tres mil personas a un desolado estadio de Pasarón), además de Madrid (Plaza de Toros de Las Ventas) y Barcelona (Palau Sant Jordi). Alberto Monreal, entonces responsable del influyente fanzine Maldoror y actualmente del podcast Pobres chavales, fue testigo de los dos últimos conciertos. “En cada gira Dave estaba más salido, y aquí estaba a tope, se movía continuamente, no paraba. Estaba todo el tiempo bailando y gritando y contoneándose, parecía un diablo. Era el mejor frontman del mundo en aquel entonces. Fue un espectáculo apabullante, lo dieron todo. Era una banda herida, nada sabíamos de la adicción de Dave ni los problemas entre ellos, pero en directo eran una apisonadora”.

Lo que se percibía en el escenario contrastaba con lo que sucedía fuera de él. Tanto que el Devotional Tour fue definido por la revista británica Q como “la gira de rock más depravada de todos los tiempos”. Fue la más extensa en la carrera del grupo: 158 conciertos en 27 países, a lo largo de los cinco continentes durante 14 meses para dos millones de personas en total. En la gira les acompañaba un equipo de 120 personas, entre las que se incluían un psiquiatra y un camello a tiempo completo. Se dice que las fiestas que seguían a los conciertos eran verdaderamente salvajes. Buen indicador de ello es que los teloneros en gran parte de la gira, Primal Scream (no precisamente unos santurrones) se asustaron de lo que veían.

Los miembros originales de Depeche Mode retratados en Tokio en el verano de 1986.

Diversos testigos contaron historias de orgías, vandalismo y consumo exacerbado de drogas. A Gahan le expulsaron de un hotel en Berlín y le detuvieron en Montreal por agredir a un conserje. En Nueva Orleans sufrió un paro cardíaco en pleno concierto debido a una sobredosis. Cada noche le ponían chutes de cortisona para poder actuar. Gore también fue arrestado en Denver por alteración del orden público y, en Los Ángeles, padeció convulsiones y pérdidas de conocimiento. Fletcher fue hospitalizado por una crisis nerviosa en Sudáfrica y terminó abandonando la gira por depresión. Lo ingresaron en la clínica londinense The Priory, donde lamentó las secuelas que le habían dejado el abuso del alcohol y las drogas en Madrid.

En la parte final de la gira, Gahan mordió a un periodista en el cuello porque estaba convencido de que era un vampiro, y acabó hospitalizado de nuevo, esta vez por la fractura de varias costillas, al dar un mal salto desde el escenario. “Ninguno de nosotros volvimos a ser los mismos después de esa gira”, confesó Gore. Al final de la misma, se daba por sentado que Depeche Mode se había disuelto. Alan Wilder anunció oficialmente que dejaba el grupo en 1995, Gahan intentó suicidarse en una ocasión y llegó a estar al borde de la muerte por otra sobredosis.

Gahan y Gore, ¿el último tour?

Ya como trío, el grupo siguió adelante con la publicación de Ultra en 1997, pero “tras la marcha de Wilder, nada fue lo mismo”, opina Óscar Cabrera. “Su trabajo era vital en el estudio y los fans aseguran que su ausencia fue la causa del declive del grupo. Yo creo que el motivo de que Depeche cada vez hagan peores discos es el mismo que en todos los grupos de rock: la edad. Es ridículo exigir a un grupo de sesentones que vuelvan a hacer historia. Ya la hicieron. Cambiaron la música de su momento, y eso está al alcance de muy pocos”.

Ya limpios y centrados, Depeche Mode se estandarizaron. En el siglo XXI su dinámica habitual ha sido la de juntarse para publicar un disco cada cuatro años y anunciar sus respectivas giras en una multitudinaria rueda de prensa. Han grabado siete discos más tras Songs Of Faith And Devotion, pero la triste novedad llega con Memento Mori. Su próximo trabajo, cuya publicación está prevista para el 17 de marzo, está lastrado por el fallecimiento de Andy Fletcher debido a una disección aórtica. El ahora dúo lo presentará el 2 de junio en el Primavera Sound de Barcelona, y el día 9 en la edición madrileña del festival, 30 años después de su mitificada visita del Devotional. “Me cuesta mucho imaginar un directo sin Andy Fletcher”, afirma Elena Cabrera. “Es probable que sea la última gira, quizá tenga cierto aroma de despedida”.

David Saavedra
Diario El País, 20 de enero de 2023
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Un réquiem para el teléfono 
de Martin Kohan
Ediciones Godot 

El teléfono es hoy (o parece ser) un objeto caído en desuso. Si en algún momento era el principal medio por el cual una persona podía comunicarse con otra y esa era su única función, hoy ha mutado (de “teléfono de línea” a “celular”), y ha dejado de cumplir esa única función para ser un dispositivo que sirve para muchas otras cosas: sacar fotos, enviar mensajes de audio, filmar, navegar por Internet. Pero no para hablar.

El dato es que las conversaciones telefónicas empiezan ritualmente así, diciendo “¿Hola?”, deteniéndose antes que nada en el propio canal de la comunicación, constatando una y otra vez, y antes de empezar la conversación propiamente dicha, que el canal efectivamente está y que anda perfectamente bien. Como si un resto de asombro ante el hecho mismo de que el teléfono exista no pudiese sino aflorar ante cada llamado y ante cada respuesta, como si cada conversación telefónica no pudiese sino verse antecedida por una especie de homenaje implícito ante el prodigio, nunca asimilado del todo, de poder hablar con otro aunque el otro no esté ahí. Martín Kohan
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El músico sorprendió con un reggaetón alejado de su estilo. Estallaron los comentarios y memes en las redes sociales.

Incluido en el último disco de Pedro Aznar, El mundo no se hizo en dos días, "No voy a cantarle a tu culo" es el tema que más llama la atención porque rompe con el estilo musical del artista tanto desde lo musical como en su letra.

"Nos divertimos a lo loco", dijo Aznar a La Nación, pero los comentarios en Youtube decían por ejemplo: "Debe ser algún tipo de promesa que hizo para que Argentina saliera campeón del mundo. ¡Gracias por tu sacrificio, Pedro!". Otro recordaba: "Parece un tema de Latino Solanas de Capusotto".




No voy a cantarle a tu culo

Yo no voy a cantarle a tu culo
si lo tienes raso o con rulos
porque soy un hombre de principios
yo te cepillo y no lo publico
Con algo de elegancia es más rico
tomar de la copa o del pico
Ahora te diré
lo que me importa de veras
no es si esta vez es tu primera
Lo que vive, allí, en tu cabeza
debe ser mayor que esta pieza
Lo que piensas trae consecuencias
y hace toda la diferencia
Si jugamos roles me prendo
si sabes poemas me enciendo
Cuando contestaste el llamado
se me puso tieso el pelado
Cuando descubrí tu persona
me quedé noqueado en la lona
Todo tu ser - Yo quiero
Todo tu ser - Yo pido
Todo tu ser - Yo espero
Venga, vamo’ a comer
Yo no voy a cantarle a tu culo
Pues con tu todo yo me articulo
Como soy un hombre de paciencia
Yo te cepillo y lo hago una ciencia
Una pizca de ternura en el guiso
Vale más que el size del petiso
Ahora vas a ver
lo que no ves en el cine
lo que al amor no define
Lo que brota de los cuerpos
si no se está como muerto
Lo que en tus ojos fulgura
me hace volar de locura
Es con tu ser que copulo
aunque flipe con tu culo
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por Carlos Penelas
(Editorial Dunken, Buenos Aires, 2022, 48 páginas)

En la contratapa, el poeta destaca con gran erudición sus búsquedas estéticas. Y llega a la conclusión que “La clave está en analizar el sentido afectivo del lenguaje, el modo de concebir la realidad (…) Recordemos a Schelling cuando afirmó que la Belleza es la representación simbólica del Infinito”. Estos pensamientos se desarrollan en el Prólogo de su autoría que figura en el interior del libro.

En «Preguntas para la amante de una magnolia» su sensibilidad poética puede abordar lo inasible: ¿Es ésta la amada espléndida? / Y mi alma suspensa, temblorosa”. Su mundo es muy espiritual y se vincula, como el novelista Arthur Machen, a filósofos que sostienen que el mundo exterior no existe.

«Amor constante» canta bellamente el amor: “Soy un fantasma que retorna.”

Se nota que Penelas siente una gran devoción por todo el universo del arte. Los numerosos poetas que cita en los epígrafes de sus textos revelan una cultura amplia, que no solo se limita a los clásicos.

Como en toda su obra siempre hay una mención a sus padres gallegos: “Recordaba la aldea, las hambrunas, los astros, la alborada en el bosque.”

En cuanto a la técnica, todas las poesías son impecables en su formulación.

«De la niñez» es un ejemplo de austeridad, de alusiones líricas: “(…) y descubro en los libros/la infancia que regresa. / Y no deseo despertar /(…)”.

«Fläneur» alude con sumo lirismo al mundo casi invisible que descubre el caminante: “A veces siento el mar, la rosa desolada, /la sombra de un capitel inmóvil/ al evocar una lluvia marina/ distraído entre árboles y flores”.

Carlos Penelas (Buenos Aires, 1946) despliega una gran tarea como conferencista y conductor de talleres literarios, ejerce el periodismo y posee una obra poética inmensa en cantidad y calidad.

Germán Cáceres
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La huella del escritor argentino Ernesto Sábato (1911-2011), premio Cervantes 1984, entró el pasado 11 de enero en la "Caja de las Letras" de la mano de su hijo Mario Sábato, quien depositó libros, fotografías, cartas y otros objetos del novelista, ensayista y defensor de los derechos humanos en su país. El legado in memoriam del autor de El túnel (1948), cedido a perpetuidad al Instituto Cervantes, quedó guardado en la caja de seguridad número 1542 de la antigua cámara acorazada de la sede de la institución.

Componen el legado un ejemplar de Uno y el Universo (1945), una colección de ensayos breves que fue su primera obra; un ejemplar de su ensayo Heterodoxia (1952); el poemario Cenizas y plegarias, de Matilde Sábato; una docena de fotografías, diversas cartas escritas a máquina que incluyen anotaciones manuscritas de Ernesto Sábato y un ejemplar del libro El Pantanillo de Ernesto Sábato, escrito por el autor y periodista Pedro Jorge Solans.

El director del Instituto Cervantes manifestó sentir una “emoción especial” por recibir el legado de “una de las grandes voces de nuestra literatura”. Para el también escritor Luis García Montero, Ernesto Sábato es una referencia fundamental, tanto por su obra literaria y su capacidad de interiorización en sus personajes, como por su reivindicación de los derechos humanos y los valores de la democracia.

Ernesto Sábato, quien da nombre a la biblioteca del Instituto Cervantes de Budapest, fue un firme defensor de los derechos y valores contrarios a la política dictatorial argentina. En 1984 fue elegido fue elegido presidente de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP), que redactó el Informe Sábato, conocido en España como Nunca más. Precisamente una primera edición de este histórico informe sobre los abusos del régimen militar se encuentra guardado en la Caja de las Letras, donde lo depositaron los responsables de la Universidad de Buenos Aires en octubre de 2021.

El escritor y cineasta Mario Sábato reivindicó la “cruzada por la moral y la justicia” que acometieron tanto su padre como el expresidente argentino Raúl Alfonsín, cuyo hijo, el embajador de Argentina en España, Ricardo Alfonsín, actuó como testigo de la entrega del legado.


Mario Sábato, quien además es responsable de la Casa Museo dedicada al autor de Hombres y engranajes (1951), destacó que este “quería mucho al idioma español que nos legó la conquista”. En su opinión, la conquista fue algo “fantástico, aunque atroz en otros aspectos”, “terrible y milagrosa” a la vez, que dejó como mejor fruto el valor y la unidad del idioma español, siempre defendidos por Ernesto Sábato.

También actuaron como testigos el secretario de Turismo de la Municipalidad de Villa Carlos Paz, Sebastián Boldrini; el presidente de la Agencia Córdoba Turismo, Esteban Avilés, y el mencionado Pedro Solans, de El Diario de Carlos Paz.

El libro El Pantanillo de Ernesto Sábato, de Solans, que forma parte del legado, se basa precisamente en el rescate de la obra de Sábato desde su experiencia en el Pantanillo donde compartió sus vivencias con artistas y escritores que buscaban un refugio para sus inquietudes. Mientras él escribía algunas de sus obras más destacables, visitaban los ranchos Alejandra Pizarnik, Jorge Amado, Córdoba Iturburu, la familia de Ernesto Che Guevara, artistas, etc. Este mes de enero se cumplen ochenta años de su arribo al Pantanillo y coincide con los veinte años de su despedida de aquel lugar que frecuentó, donde se hicieron muchas de las fotografías que integran el legado cedido sine die este miércoles.

Instituto Cervantes

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El planeta futbolístico no da abasto y con partidos y goles a todas horas, el diario El Mundo de España publicó una selección de la misma pasión que ha inspirado a una buena nómina de escritores.


Albert Camus, Peter Handke, Roberto Fontanarrosa, Santiago Roncagliolo, Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Galeano, Rafael Alberti, Joaquín Sabina, Nick Hornby, Roberto Bolaño y Juan Villoro. 


ALBERT CAMUS por Iñako Díaz-Guerra
Camus quiso ser guardameta pero se tuvo que conformar con el Nobel. Ninguna persona brillante ha nacido para ser feliz. Resulta curioso que un individualista feroz se enamorase del deporte que más exalta al grupo, pero el fútbol nunca se lo agradecerá lo suficiente. Camus le regaló muchas horas jugando en Argel, una carta de amor (Lo que le debo al fútbol) y la dignidad. Fue el primer gran intelectual que declaró su amor por un deporte estigmatizado: el opio de la masa aborregada, el entretenimiento de brutos, el folletín en pantalón corto... Tuvo que llegar Camus a explicar que "lo que sé con mayor certeza respecto a la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol". Descubrió a las élites que aquel espectáculo primario escondía complejidad y belleza, que la cultura popular no es menos cultura. Camus, que afirmó que si volviera a nacer preferiría ser futbolista que escritor, nos recuerda que no hay nada de lo que avergonzarse en nuestra pasión, que el fútbol es un tráiler de la vida y merece palabras a su altura. Han pasado 60 años y cada vez se lee menos a Camus. Así está el fútbol.


PETER HANDKE por Javi Gómez
Si Oblak terminara estrangulando a una cajera de cine, consumido por sus errores en la tanda de Milán, seguiría sin tener una Champions, pero ya sería medio libro de Peter Handke. Como a cualquier español de hace 20 años, me llamó más la atención el título que el autor: El miedo del portero ante el penalti. Acaso la obra mejor titulada, menos leída y más citada de la literatura germánica. El fútbol era la excusa sottofondo para narrar la huida de sí mismo de un ex portero que, años después, también se tiró al lado equivocado de su vida. 

Tiene lógica que Handke, el gran escritor del aislamiento, el austriaco que huyó de su país y se quedó solo abrazando la causa serbia en los Balcanes, firmara esta oda al mayor desamparo deportivo. La angustia solitaria ante el paredón invisible de los 11 metros. La de Oblak hace un mes en Milán, resumiendo. "Miró a la izquierda, miró a la derecha, miró detrás, tuvo hambre y siguió su camino", escribe Handke, pinchaépicas de manual. Como todos esos porteros que mascaron su miedo ante el punto de penalti y, con enfado banal, sin grandeza alguna, sacaron el balón de la red.


ROBERTO FONTANARROSA por Jorge Bustos
Roberto Negro Fontanarrosa (Rosario, 1944-2007) no aspiraba a ganar el Nobel. Sus celebrados cuentos no le van a cambiar la vida a nadie, decía, pero le recompensaba que un lector le parase por la calle para decirle que "se había cagado de risa" leyéndolos.

Efectivamente los cuentos de Fontanarrosa son los de un artista honesto que da lo que promete, que es más de lo que da la mayoría. ¿Amaba más el fútbol que la escritura? Quizá confundió ambas pasiones con tal entusiasmo que logró hacer narrativa la pelota y redondos sus cuentos.

Rara vez la literatura futbolística resulta tan entretenida como el fútbol mismo: es el caso del Negro. Su estilo dialectal revela un oído prodigioso, y sus cuadros costumbristas estructurados en torno a ágiles diálogos merecieron adaptaciones teatrales.

Posee la gracia del ritmo y aliento poético. Su pieza 19 de noviembre de 1971 es considerada por Patricio Pron el mejor cuento de fútbol; a mí me gusta más El Monito: la ensoñación de un oficinista calvo y gordo que aún fantasea con el gol mítico que nunca marcó en la competición que nunca jugó. Redondo.


SANTIAGO RONCAGLIOLO por Emilia Landaluce
Santiago Roncagliolo (1975) suele decir que la literatura ha ignorado en tantas ocasiones el fútbol porque era de plebeyos. Sin embargo, "hace unos años los escritores dejaron de sentirse superiores y han empezado a mirar a la vida cotidiana. Y si hablas de la vida real, vas a acabar hablando de fútbol".

En 2014, el escritor peruano aprovechó el mundial de Argentina como telón de fondo de La pena máxima, una novela en la que recupera a su antihéroe de Abril Rojo el fiscal Félix Chacaltana, aunque esta vez sitúa la acción cuando solo era un archivero en Lima. El fútbol es sólo una excusa para hablar de las multitudes, el olor a fritanga de las calles, de las narraciones de los partidos aunque la trama se centra en la dictadura argentina. Roncagliolo lo confesó una vez: el Barça también tiene una gran novela. "¿Cuáles son las relaciones dentro de un equipo que lo ganó todo y que ha sido el mejor? En algún momento tiene que llegar la decadencia. Ahí dentro hay una novela. Ésta es una de las metáforas en las que el fútbol habla de cosas mucho más allá del fútbol". Ojalá la escriba.


MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN por Enric González
Para Vázquez Montalbán, un balón no era sólo una cosa redonda sino una idea en movimiento que con cada giro desprendía nuevas ideas. Lo suyo consistía en teorizar. Rebuscó en los higadillos del fútbol la carga semiótica, la historia social, el sucedáneo de las naciones y cualquier otro material abstracto y, por tanto, maleable. Iba al Camp Nou, creo que siempre con un carné prestado, para poder debatir luego sobre el significante y el significado de tal jugador o tal incidente.

Entendámonos: en el fondo, miraba el fútbol como lo miran los niños. Como hay que mirarlo. Le recuerdo hablando una vez con José Martí Gómez. Dijo imaginarse a sí mismo como un ariete del Barça a punto de cabecear a gol. Martí se convirtió instantáneamente en un defensa del Espanyol para evitar in extremis el remate. Ambos, escasamente atléticos, permanecieron sentados durante la breve ensoñación. Quiero decir con esto que teorizaba porque era su trabajo y porque el Barcelona de su época tendía a flaquear. Si hubiera llegado a ver al equipo de Messi, se habría vuelto loco. Sin abstracciones ni puñetas.


EDUARDO GALEANO por Eduardo Sacheri
Así como han florecido delanteros gambeteadores y mediocampistas iluminados, en el Río de la Plata también nos ha brotado una literatura futbolera proclive a la ficción, mucho más que al ensayo o la biografía. Y Eduardo Galeano es una figura rutilante de ese firmamento de autores. En estas ficciones no se desarrollan tramas complejas, ni diálogos escogidos. Galeano prefirió parir centenares de estampas, relatos resueltos en media página en los que el lector viaja hacia la médula del fútbol: un juego, un juego sencillo, un juego profundo, un juego donde los que juegan son las personas que en el fondo son. Sin máscaras, sin urbanidades y sin secretos. Si vamos a creer en sus propias palabras, Eduardo Galeano no era un buen jugador de fútbol. Y sin embargo, cuando lo leemos nos convencemos de que sí, de que necesariamente debió serlo. Yo me lo imagino como un mediocampista lánguido, acaso melancólico. Uno de esos jugadores exquisitos que cargan sobre sus espaldas con el conocimiento de una verdad demoledora: sin belleza no hay victoria que valga la pena.


RAFAEL ALBERTI por Antonio Lucas
La poesía cantando al fútbol, su épica en combustión, su verdad ajena a los despachos. Era 1928 y José María de Cossío saca entradas en la taquilla del estadio. Barcelona contra la Real Sociedad en los Campos de Sport del Sardinero. Una es para Alberti. El poeta quiere ver estirarse a un portero. Es Platko, el húngaro, el rubio, el largo. Del Barça. Aquel día estuvo febril y gatuno. Jugó medio partido con un vendaje estruendoso que le tapaba la hemorragia y los seis puntos de sutura que le asestaron en el vestuario cuando Cholin traspapeló el balón y quiso marcar gol en su cabeza. Aquel hombre tullido, con la sangre de perfil, tomó entonces relieve de héroe y Alberti entró en trance. Aquella misma tarde escribió este poema, Oda a Platko. Un prodigio de poesía para el fútbol. En La Voz de Cantabria le dieron portada una semana después. Nadie hasta entonces había escrito aquí con toda la potencia y la entraña un poema igual sobre un partido, sobre un portero, porque volvió del pulso perdido a la pelea. Y que luego digan que si los poetas.


JOAQUÍN SABINA por Pedro Simón
Eran los años de la movida madrileña, las mañanas de La bola de cristal y las noches del Elígeme. Y por entonces lo más redondo que había visto Sabina no era un balón Tango, sino las tetas de una camarera de Malasaña.

Nos lo dice Pancho Varona, compositor, músico y amigo de Joaquín. "A él, en aquella época, no le gustaba el fútbol. Por el Elígeme iban a verle amigos de La quinta del Buitre como Pardeza. Estaba indeciso a la hora de elegir equipo. Hasta que intervine y le dije: 'Hombre, tío, hazte del Atleti, que es de barrio. El Madrid es una multinacional'".

En Argentina se hizo de Boca Juniors. En Uruguay se hizo de Peñarol. Y en el bulevar de los sueños rotos que es España, sólo podía ser del único equipo posible.

Al autor del himno del centenario no le gustan los estadios. En tres de su canciones cita a los rojiblancos. Si es con José Tomás, me dijo un día en su casa, el fútbol se ve mejor.

Joaquín Sabina estuvo en aquella final de Copa del Rey de 2013 en la que Miranda profanó el Bernabéu. Cuando Cristiano se adelantó en el marcador, Sabina agrandaba su leyenda.

-Al próximo que meta Ronaldo, yo me voy al bar, eh.


NICK HORNBY por Carlos Toro
Según confesión propia, Nick Hornby se enamoró del fútbol, a los 11 años, como más tarde se enamoraría de las mujeres: de repente, sin remedio ni explicación, sin pensar en las amarguras asociadas. Fue el 14 de septiembre de 1968, cuando su padre lo llevó por primera vez a Highbury. El Arsenal ganó al Stoke City por 1-0 de rebote de un penalti fallado en primera instancia. Una birria de triunfo, indefendible como flechazo. Pero Nicky se enamoró. Como un imbécil, como un loco.

Inglés, pero no flemático, la pasión por su club quizás lo haga simpatizar con Francia o con Chequia, que cuentan con dos jugadores del Arsenal, mientras que Inglaterra sólo tiene uno. Cerebrito literario de Cambridge, se contradice, porque "los intelectuales deben apreciar el fútbol por lo que posee de arte, no de sentimiento".

Infiel consigo mismo, pues, el autor de Fiebre en las gradas, escribió, empero, Alta fidelidad, que vale para el fútbol y para la música, su otra gran pasión. Es raro que no haya escrito algo titulado: Rock & Ball.


ROBERTO BOLAÑO por Matías Néspolo
En alguna página Roberto Bolaño (1953-2003) cuenta que se probó de niño como zaguero en cierto club chileno. Zurdo con la redonda, disléxico y sin gafas, hizo en el campo un papel lamentable. Sus amigos no recuerdan haberlo visto jugar de mayor. Quizá simplemente fuera malo. Tampoco descolló como fervoroso culé, aunque siguiera de cerca el Barça pre Messi. De allí a la construcción de una épica de la derrota hay un paso. Laudó la belleza del autogol y se declaró seguidor de los clubes fantasmas. Pero así como admiraba al poeta Arquíloco por desertor, sospecho que la épica de la derrota no era más que la purga de una dolorosa culpa. La del superviviente de las guerras floridas, a cuyos caídos les dedicó sus obras mayores, Los detectives salvajes y 2666. Porque quien haya leído el cuento Buba de Putas asesinas sabe que el fútbol para el chileno era como la revolución o la poesía. Un combate de verdad donde hay sangre y vísceras. Una empresa colectiva tan condenada al fracaso y tan necesaria como inevitable.

Diario El Mundo

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A medida que nos acercamos a la muerte, también nos inclinamos hacia la tierra. Pero no a la tierra en general, sino a aquel pedazo, a aquel ínfimo pero tan querido, tan añorado pedazo de tierra en que transcurrió nuestra infancia. Y porque allí dio comienzo el duro aprendizaje, permanece amparado en la memoria. Melancólicamente rememoro ese universo remoto y lejano, ahora condensado en un rostro, en una humilde plaza, en una calle. Siempre he añorado los ritos de mi niñez con sus Reyes Magos que ya no existen más. Ahora, hasta en los países tropicales, los remplazan con esos pobres diablos disfrazados de Santa Claus, con pieles polares, sus barbas largas y blancas, como la nieve de donde simulan que vienen. No, estoy hablando de los Reyes Magos que en mi infancia, en mi pueblo de campo, venían misteriosamente cuando ya todos los chiquitos estábamos dormidos, para dejarnos en nuestros zapatos algo muy deseado; también en las familias pobres, en que apenas dejaban un juguete de lata, o unos pocos caramelos, o alguna tijerita de juguete para que una nena pudiera imitar a su madre costurera, cortando vestiditos para una muñeca de trapo.

Hoy a esos Reyes Magos les pediría solo una cosa: que me volvieran a ese tiempo en que creía en ellos, a esa remota infancia, hace mil años, cuando me dormía anhelando su llegada en los milagrosos camellos, capaces de atravesar muros y hasta de pasar por las hendiduras de las puertas —porque así nos explicaba mamá que podían hacerlo—, silenciosos y llenos de amor. Esos seres que ansiábamos ver, tardándonos en dormir, hasta que el invencible sueño de todos los chiquitos podía más que nuestra ansiedad. Sí, querría que me devolvieran aquella espera, aquel candor. Sé que es mucho pedir, un imposible sueño, la irrecuperable magia de mi niñez con sus navidades y cumpleaños infantiles, el rumor de las chicharras en las siestas de verano.
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por Mary Higgins Clark
(Debolsillo, Buenos Aires, 2020, 336 páginas)

El libro comienza con la misteriosa desaparición de una mujer joven en un crucero de placer. Hay un interesante reportaje radial en el cual Susan Chandler –la protagonista de la novela, que es la conductora del programa- le hace preguntas al doctor Donald Richards, autor del libro Mujeres desaparecidas, que comenta: “Como sabe, es asombroso la cantidad de gente que camino de su casa decide hacer un cambio de sentido y empezar una vida nueva, emprender otra existencia.” Además de periodista radiofónica la citada Susan es psicóloga.

Higgins Clark, reconocida por crear atmósferas de intriga, logra su propósito con variados recursos, uno de ellos es presentar capítulos cortos, en cada uno de los cuales van apareciendo nuevos personajes, cuya vestimenta y fisonomía describe con lujo de detalles. Además, recurre a un estilo directo muy bien escrito.

Pese a no pretender Higgins un texto profundo, sino una buena novela policial, se deslizan pensamientos bellos y muy humanos: “Toda vida está regida por una corriente (…). Cuando me pongo triste, ver el río me recuerda que no siempre puedo controlar todos los acontecimientos de mi propia vida.” O frases hermosas: “ (…) con unos ojos como esquirlas afiladas de turquesa que se clavaban en lo más hondo de su ser.”

Como suele ocurrir en no pocas novelas del género, la resolución del enigma puede ser discutible.

Notable la traducción de Silvia Komet.

Mary Higgins Clark (Nueva York 24/12/1927/Florida, 3l/l/2020) es una escritora de numerosas novelas de misterio, que han tenido gran éxito de ventas. Recibió numerosos galardones, entre ellos en 2000 obtuvo en Francia la distinción de Chevalier des Arts et des Lettres. En ese país también fue acreedora al Gran Premio de Literatura Policial (1980) y el Premio del Festival de Cine Literario de Deauville (1999).

Germán Cáceres
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Hay fechas que interpelan la memoria colectiva porque son de alguna manera la síntesis de muchos años de lucha contra la dominación y la opresión. 

Enero, es ese sentido un mes emblemático en 1959 a comienzos de ese año fue la entrada triunfal a la ciudad de La Habana Cuba de los "barbudos de la Sierra Maestra" del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

Ininicio de la Revolución Cubana gestada desde el siglo XIX por los anarquistas, continuada por José Martí y el pueblo insurrecto contra Batista y el imperio del Norte.

El 1° de Enero de 1994, en Chiapas al sur de México, la irrupción desde la selva Lacandona de las mujeres y hombres del Moviento Zapatista rompiendo la lógica absurda del "fin de la historia" e inaugurando una nueva alborada de un proceso emancipador.

Estas personas embozadas para hacerse visible y hacer visible a todas y todos los condenados de la Tierra por el capitalismo.

En la madrugada mientras vengo transitando me cruzo en la calle con un hombre de gorra azul que alzando su jarro precario me mira y me dice "felicidades campeón".

Ni él ni yo somos campeones de nada más bien lo contrario.

Este saludo liminar es para mi el saludable augurio de que aún es posible propiciar una rebeldía colectiva y solidaria si nos vamos reconociendo en la ruptura con la indiferencia y el individualismo.

Estamos comenzando a escribir las primeras líneas de un año que a nivel mundial y regional será turbulento.

Acaso como escribió con fervor un poeta: "la era está pariendo un corazón, no puede más se muere de dolor y hay que romper el cielo si es preciso por vivir".

Para el comienzo lecturas inquietantes la novela de Martín Kohan Bahía Blanca y los cuentos de Juan Forn en Nadar de noche.

A transitar las horas y los días con "la esperanza entre los dientes" como decía John Berger.

Carlos A. Solero
Domingo 1° de enero de 2023
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