Soliloquio del desvelo, de Carlos Penelas, publicado por Editorial Dunken, ya se encuentra disponible en librerÃas. Lleva en contratapa palabras de la profesora y crÃtica literaria Marita RodrÃguez-Cazaux y fotografÃa en portada de Emiliano Penelas.
La obra reúne poemas de los últimos cinco años publicados en medios culturales de Argentina, España y Estados Unidos. En el cauteloso empleo de la palabra los temas que ha tratado el poeta desde su primera publicación: el enigma de la vida, la fugacidad de la existencia, la dialéctica entre lo humano y lo mágico, lo ilusorio, la amada, lo social, la aldea gallega, la inmigración...
Una vez más - pero desde otra mirada - las secretas nostalgias, lo bello inmediato, la modalidad clásica, la alusión, lo sugerente de la imagen, el rigor formal, el recuerdo de padres y amigos, los hijos, la fidelidad de las raÃces.
AllÃ, donde se abisma el mar, te sueño.
Dejo la pipa sobre el escritorio y miro.
Se azula el alma, atesora la imagen de la noche.
La desnudez oculta el reclinado silencio,
la mirada perdida, la eternidad sin nombre.
Luego vinieron los océanos, el lenguaje
que cubre las ventanas y los muebles,
la posesión de los ojos sobre el lecho.
El deseo es un sabor hallado
que ilumina tu cabellera perfumando el alba.
Es cuando la intimidad y el aire
engarzan memoria en la ternura.
Sin saberlo, las manos han tocado el infinito.
******
Me azora la lejanÃa; la voz velera,
ese hollado pulso de la sombra.
Es cuando el poema sube su silencio.
Entonces, la soledad revela otra mirada.
La mitologÃa, por último,
acosa al mar errante que nos sueña.
******
Acuérdate. Es tan sólo una imagen.
Flotabas por encima de la parra
en la felicidad de un tiempo.
El niño y tú eran uno en esa tarde
que flotaba por encima de los techos.
El niño tenÃa siete años y era feliz en ese patio
envuelto de voces castellanas y gallegas.
Rodeado de reyes, de naves, de corsarios.
Era feliz en una isla desierta, en el lejano oeste,
en una nave espacial alrededor de la luna.
Ahora hay un hombre sentado ante una mesa,
inclinado sobre libros y papeles,
con una pipa en la mano y humo holandés.
Escribe unas lÃneas ante un niño
que una tarde soñaba por encima de los techos.
Soliloquio del desvelo
Quien realmente aprende a ver se acerca a lo invisible.
Paul Celan
AllÃ, donde se abisma el mar, te sueño.
Dejo la pipa sobre el escritorio y miro.
Se azula el alma, atesora la imagen de la noche.
La desnudez oculta el reclinado silencio,
la mirada perdida, la eternidad sin nombre.
Luego vinieron los océanos, el lenguaje
que cubre las ventanas y los muebles,
la posesión de los ojos sobre el lecho.
El deseo es un sabor hallado
que ilumina tu cabellera perfumando el alba.
Es cuando la intimidad y el aire
engarzan memoria en la ternura.
Sin saberlo, las manos han tocado el infinito.
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1946
Me azora la lejanÃa; la voz velera,
ese hollado pulso de la sombra.
Es cuando el poema sube su silencio.
Entonces, la soledad revela otra mirada.
La mitologÃa, por último,
acosa al mar errante que nos sueña.
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Retrato
Acuérdate. Es tan sólo una imagen.
Flotabas por encima de la parra
en la felicidad de un tiempo.
El niño y tú eran uno en esa tarde
que flotaba por encima de los techos.
El niño tenÃa siete años y era feliz en ese patio
envuelto de voces castellanas y gallegas.
Rodeado de reyes, de naves, de corsarios.
Era feliz en una isla desierta, en el lejano oeste,
en una nave espacial alrededor de la luna.
Ahora hay un hombre sentado ante una mesa,
inclinado sobre libros y papeles,
con una pipa en la mano y humo holandés.
Escribe unas lÃneas ante un niño
que una tarde soñaba por encima de los techos.