Ayer falleció Marisa Paredes y, desde entonces, las redes y los medios se han llenado de recuerdos, anécdotas y escenas ligadas a ella, a sus pelÃculas y a los papeles que la convirtieron en leyenda. Ante la enorme pérdida que supone para el cine y el teatro, también es momento de recordar lo importante que fue para muchos.
En primavera de 2019, el fotógrafo Pablo Zamora y yo volvÃamos de hacer un reportaje juntos en BerlÃn y en la terminal del aeropuerto madrileño nos cruzamos con Paredes. O, casi casi, con uno de sus personajes. Llevaba un traje de chaqueta rojo y labios del mismo color. Entre tanta gente apresurada, corriendo de un lado a otro en vaqueros y chándal, Marisa Paredes se habÃa vestido para ir al aeropuerto, y lo habÃa hecho como uno de sus personajes, como Becky del Páramo en Tacones Lejanos, cuando desembarca en Barajas para reencontrarse con su pasado. En cierto modo, parte de su talento era dar lo que se esperaba de ella; esas miradas, esas entonaciones, esas frases que, como reconocÃa a Tom en aquella entrevista, sentÃa como suyas porque, en cierto modo, lo eran.
Para mÃ, Marisa Paredes fue uno de los rostros que me enseñaron a ver cine. Yo debÃa tener 12 años cuando mi madre grabó en vÃdeo una reposición de Tacones Lejanos y la vimos juntos. Mi madre me indicó que debÃa fijarme en la importancia de los planos y los colores, la teatralidad de ciertos gestos, la cadencia de las frases. Me quedé hipnotizado. Además, muchas cosas de aquella pelÃcula me resultaban familiares: por aquel entonces mis abuelos vivÃan al lado de la plaza del Alamillo, y yo habÃa pasado mil veces por el tragaluz de la porterÃa donde vuelve a vivir Becky-Marisa al regresar de América. También la dicción madrileña, seca, elegante, de las dos protagonistas, Paredes y Victoria Abril, me resultaba cercana. Recuerdo muchas más interpretaciones suyas, pero aquella, para mÃ, es como volver a casa. Por eso, cuando pienso en Marisa Paredes, pienso en Becky del Páramo pidiéndole al taxista que pare un momento en la plaza del Alamillo para ver su antigua casa y descubrir que los muros están empapelados con carteles de su imitadora (la drag interpretada por Miguel Bosé). Cuando los ve, Becky-Marisa se siente halagada, pero también algo tensa, en uno de esos matices contradictorios que la actriz bordaba como nadie y que resumen, por encima de todo, los motivos que convierten a una actriz en estrella. O en icono.
Carlos Primo
En ICON tuvimos la suerte de compartir con ella dos momentos fundamentales. El primero fueron nuestros premios de 2019, donde recibió el premio Icono y demostró que subirse a un escenario es mucho más que subir los escalones que lo separan del suelo. Estuvo magnÃfica.
La segunda vez fue hace menos de un año, cuando nos dio una de las entrevistas más bonitas de su carrera. Se publicó en febrero de 2024, y en ella charló con Tom C. Avendaño sobre su infancia, su compromiso polÃtico, los papeles que habÃa interpretado y su amor por la profesión. Los retratos que la acompañaron, de Alberto GarcÃa-Alix, fueron otro de esos hitos que dan sentido a una cabecera como la nuestra. Dos mitos dialogando y creando algo juntos. Una vez más, Marisa Paredes demostraba estar a la altura de la leyenda de Marisa Paredes. Y eso no es poca cosa.
La segunda vez fue hace menos de un año, cuando nos dio una de las entrevistas más bonitas de su carrera. Se publicó en febrero de 2024, y en ella charló con Tom C. Avendaño sobre su infancia, su compromiso polÃtico, los papeles que habÃa interpretado y su amor por la profesión. Los retratos que la acompañaron, de Alberto GarcÃa-Alix, fueron otro de esos hitos que dan sentido a una cabecera como la nuestra. Dos mitos dialogando y creando algo juntos. Una vez más, Marisa Paredes demostraba estar a la altura de la leyenda de Marisa Paredes. Y eso no es poca cosa.
La actriz madrileña tuvo una carrera atÃpica, con una intensÃsima actividad teatral y televisiva en su juventud y una madurez espléndida, ya convertida en estrella. Es inevitable hablar de Almodóvar porque fue su trilogÃa melodramática (Tacones Lejanos, de 1991; La flor de mi secreto, de 1995; y Todo sobre mi madre, de 1999) la que acabó de perfilar un arquetipo de mujer con experiencia y heridas sin cicatrizar, de artista con pasado turbulento, de veterana que no renuncia a sus contradicciones.
Lo suyo nunca fueron los papeles ligeros; en Tras el cristal (1986), de Agustà Villaronga, perfiló un papel dificilÃsimo, una presencia aparentemente secundaria pero imprescindible en el baile de muerte y crueldad de los protagonistas: además del drama y la comedia, a Paredes se le daba muy bien el terror, tal vez por esa distinción elegante que, como contaba en su entrevista a ICON, la hacÃa perfecta para el teatro eslavo o nórdico.
TenÃa ese algo llamado presencia escénica dentro y fuera de los escenarios.
Lo suyo nunca fueron los papeles ligeros; en Tras el cristal (1986), de Agustà Villaronga, perfiló un papel dificilÃsimo, una presencia aparentemente secundaria pero imprescindible en el baile de muerte y crueldad de los protagonistas: además del drama y la comedia, a Paredes se le daba muy bien el terror, tal vez por esa distinción elegante que, como contaba en su entrevista a ICON, la hacÃa perfecta para el teatro eslavo o nórdico.
TenÃa ese algo llamado presencia escénica dentro y fuera de los escenarios.
Para mÃ, Marisa Paredes fue uno de los rostros que me enseñaron a ver cine. Yo debÃa tener 12 años cuando mi madre grabó en vÃdeo una reposición de Tacones Lejanos y la vimos juntos. Mi madre me indicó que debÃa fijarme en la importancia de los planos y los colores, la teatralidad de ciertos gestos, la cadencia de las frases. Me quedé hipnotizado. Además, muchas cosas de aquella pelÃcula me resultaban familiares: por aquel entonces mis abuelos vivÃan al lado de la plaza del Alamillo, y yo habÃa pasado mil veces por el tragaluz de la porterÃa donde vuelve a vivir Becky-Marisa al regresar de América. También la dicción madrileña, seca, elegante, de las dos protagonistas, Paredes y Victoria Abril, me resultaba cercana. Recuerdo muchas más interpretaciones suyas, pero aquella, para mÃ, es como volver a casa. Por eso, cuando pienso en Marisa Paredes, pienso en Becky del Páramo pidiéndole al taxista que pare un momento en la plaza del Alamillo para ver su antigua casa y descubrir que los muros están empapelados con carteles de su imitadora (la drag interpretada por Miguel Bosé). Cuando los ve, Becky-Marisa se siente halagada, pero también algo tensa, en uno de esos matices contradictorios que la actriz bordaba como nadie y que resumen, por encima de todo, los motivos que convierten a una actriz en estrella. O en icono.
Carlos Primo
Fotos: Alberto GarcÃa-Alix
ICON, Diario El PaÃs, Madrid, 18 de diciembre de 2024
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