por Carlos MarÃa Romero Sosa
(Prosa Ediciones, Buenos Aires, 2022, 50 páginas)
El autor comienza el libro con una advertencia: “Un polÃtico salteño de mediados del siglo XIX y su actuación justiciera y progresista como funcionario y legislador.”
Roberto L. Elissalde en el prólogo informa que Carlos MarÃa Romero Sosa es bisnieto de Don Salustiano Sosa, que vivió entre dos siglos, el XIX y el XX, y remarca que el autor ha sabido “ha sabido honrar la memoria de sus ancestros”.
Salustiano Sosa nació en Salta, en 1843, y falleció en Córdoba en 1926. El 23 de abril de l877 contrajo enlace con Javiera Celina Dávalos Isasmedi.
Salustiano intervino junto a Felipe Varela, y nuestro ensayista pide que se valore la insurrección de este último por su innegable americanismo, del que “es sÃmbolo la inscripción bordada en la bandera con la que cruzó los Antes en 1866: ´Viva la Unión Americana´”.
Esta biografÃa está muy documentada y con numerosas citas de sus fuentes bibliográficas.
Colaboró con su amigo MartÃn Gabriel Guemes en la Creación del Partido Liberal de Salta.
Participó en la Convención de la reforma de la Constitución de l898.
Fue presidente del Banco Provincial de Salta.
Fue presidente del Consejo de Higiene de la Provincia de Salta.
En 1894 se encontraba en la Provincia de Buenos Aires cuando se produjo el tiroteo en la estación de Bragado entre seguidores de su amigo el ex gobernador de Buenos Aires Julio A. Costa y partidarios radicales. Este suceso determinó su alejamiento de la polÃtica. Murió en la pobreza.
El libro aporta un sinnúmero de datos, referencias y variadas fotos completando un trabajo de exhaustiva investigación histórica.
Carlos MarÃa Romero Sosa nació en Buenos Aires en la década del cincuenta del pasado siglo. Desciende de ilustres personalidades salteñas. Ejerce el periodismo cultural en publicaciones del paÃs y del exterior. Es autor de varios opúsculos sobre temas literarios e históricos. Cuenta con varios libros de ensayo. También publicó textos como poeta y cuentista.
Germán Cáceres
(Prosa Ediciones, Buenos Aires, 2022, 50 páginas)
El autor comienza el libro con una advertencia: “Un polÃtico salteño de mediados del siglo XIX y su actuación justiciera y progresista como funcionario y legislador.”
Roberto L. Elissalde en el prólogo informa que Carlos MarÃa Romero Sosa es bisnieto de Don Salustiano Sosa, que vivió entre dos siglos, el XIX y el XX, y remarca que el autor ha sabido “ha sabido honrar la memoria de sus ancestros”.
Salustiano Sosa nació en Salta, en 1843, y falleció en Córdoba en 1926. El 23 de abril de l877 contrajo enlace con Javiera Celina Dávalos Isasmedi.
Salustiano intervino junto a Felipe Varela, y nuestro ensayista pide que se valore la insurrección de este último por su innegable americanismo, del que “es sÃmbolo la inscripción bordada en la bandera con la que cruzó los Antes en 1866: ´Viva la Unión Americana´”.
Esta biografÃa está muy documentada y con numerosas citas de sus fuentes bibliográficas.
Colaboró con su amigo MartÃn Gabriel Guemes en la Creación del Partido Liberal de Salta.
Participó en la Convención de la reforma de la Constitución de l898.
Fue presidente del Banco Provincial de Salta.
Fue presidente del Consejo de Higiene de la Provincia de Salta.
En 1894 se encontraba en la Provincia de Buenos Aires cuando se produjo el tiroteo en la estación de Bragado entre seguidores de su amigo el ex gobernador de Buenos Aires Julio A. Costa y partidarios radicales. Este suceso determinó su alejamiento de la polÃtica. Murió en la pobreza.
El libro aporta un sinnúmero de datos, referencias y variadas fotos completando un trabajo de exhaustiva investigación histórica.
Carlos MarÃa Romero Sosa nació en Buenos Aires en la década del cincuenta del pasado siglo. Desciende de ilustres personalidades salteñas. Ejerce el periodismo cultural en publicaciones del paÃs y del exterior. Es autor de varios opúsculos sobre temas literarios e históricos. Cuenta con varios libros de ensayo. También publicó textos como poeta y cuentista.
Germán Cáceres
El documental RJW podrá verse nuevamente los lunes 26 de diciembre y 2 de enero a las 20 horas en el Cine Gaumont, Rivadavia 1635.
Por John Fante
(Anagrama, Buenos Aires, 2022,285 páginas)
La viuda de John Fante permitió a Stephen Cooper, que estuvo a cargo de la edición de este libro, revisar su secreta habitación de trabajo. Y entre apuntes, revistas y manuscritos encontró estos dieciocho cuentos inéditos.
Su prosa moderna, ágil y amena, hecha de oraciones breves, en las cuales abundan los monosÃlabos e impera el ingenio (por ejemplo en «Póngalo en la cuenta», en «El delincuente» y en «Una mala mujer»). Es evidente la influencia de Hemingway.
En algunos de sus cuentos («Un sujeto monstruosamente listo», por ejemplo) los personajes tienen un lenguaje soez y vulgar, en los cuales todos discuten y pelean.
En «El dÃa que me limpió la lluvia» hay metáforas muy originales y relata la falta de decisión en un tÃmido que inventa hazañas de todo tipo.
En «Soy un escritor veraz» los protagonistas están insatisfechos con su vida y se quejan por pavadas.
Después de una prosa cortante y filosa, se encuentra en el prologo de la novela Pregúntale al polvo un lenguaje poético con metáforas exquisitas escritas a borbotones. (“…su boca se ablanda, de su boca libertina cuelgan hilos de saliva blanca que parecen de seda…”/”Lo curioso, lo extraño y lo hermoso; una noche llegó envuelta en nubes de perfume una mujer demasiado hermosa para ser de este mundo…”
«Mary Osaka, te quiero» señala cómo la Segunda Guerra Mundial destruyó a parejas colmadas de amor.
«La domesticación de Valenti» presenta una relación enferma entre una pareja y un amigo común. Bordea el disparate.
Muy lograda la historia sobre las alucinaciones de un escritor y de su esposa supersticiosa en «El caso del escritor obsesionado», y hay una hermosa sentencia que dice “En el mundo de los escritores, el sueño y la prosa son hermanos. Si llega la inspiración, si se mueve por la página, las noches son apacibles. Si no hay palabras, no hay sueño…”
En el «El sueño de mamá» el ingenio vuelve a estar presente.
Poético y emotivo es «Los pecados de la madre».
«Hambre» combina la realidad y ficción con suma pericia y nivel creativo.
Su obra influyó en el gran escritor Chales Bukowski.
La traducción de Antonio-Prometeo Moya es magistral.
John Fante (1909-1983) era estadounidense e hijo de inmigrantes italianos de origen humilde. Primero triunfó en Europa antes que en su propio paÃs, donde finalmente fue reconocido en 1987 con el Lifetime Achiviement Award por el PEN. Publicó varias novelas, entre ellas Camino de Los ángeles, Bandini, Pregúntale al polvo.
Germán Cáceres
Un amable periodista del Europeo me hizo algunas preguntas relativas al debate sobre los problemas lingüÃsticos que separan artificialmente a los literatos de los periodistas y a los periodistas de los futbolistas. Sin embargo, mis preguntas han sido recortadas en la rotativa (¡debido a las exigencias periodÃsticas!) y han perdido sustancia. Como el tema me interesa, me gustarÃa retomarlo con un poco de calma y con plena responsabilidad sobre mis palabras.
¿Qué es una lengua? "Un sistema de signos", responde hoy, con toda exactitud, el semiólogo.
Pero ese "sistema de signos" no es sólo ni necesariamente una lengua escrita-hablada (ésta que usamos aquà y ahora, yo escribiendo y tú, lector, leyendo).
Los "sistemas de signos" pueden ser muchos. Pongamos un ejemplo: tú, lector, y yo nos encontramos en una habitación donde están presentes también Ghirelli y Brera, y tú quieres decirme de Ghirelli algo que Brera no debe escuchar. Entonces no puedes hablarme por medio del sistema de signos verbales, debes adoptar forzosamente otro sistema de signos, por ejemplo, el de la mÃmica. Entonces empiezas a gesticular con los ojos y la boca, a agitar las manos, a hacer movimientos con los pies, etc. Eres el "codificador" de un discurso "mÃmico" que yo descifro: eso significa que tenemos en común un código "italiano" de un sistema de signos mÃmico.
Otro sistema de signos no verbal es el de la pintura; o el del cine; o el de la moda (objeto de estudio de un maestro en este campo, Roland Barthes), etc. El juego del fútbol es un "sistema de signos", una lengua no verbal. ¿A qué viene todo esto (sobre lo que volveré esquemáticamente más adelante)? La querelle (controversia) que enfrenta el lenguaje de los literatos con el de los periodistas es falsa. Y el problema es otro.
Veamos. Cada lengua (sistema de signos escritos-hablados) posee un código general. Pensemos en el italiano: tú, lector, y yo al usar este sistema de signos nos comprendemos porque el italiano es nuestro patrimonio común, "una moneda de cambio". Sin embargo, cada lengua se articula a través de varias sublenguas cada una de las cuales tiene un subcódigo: asà pues, los italianos médicos se comprenden entre sà –cuando hablan su jerga especializada– porque cada uno de ellos conoce el subcódigo de la lengua médica; los italianos teólogos se comprenden entre ellos porque poseen el subcódigo de la jerga teológica, etc. También la lengua literaria es una lengua jergal que posee un subcódigo (en poesÃa, por ejemplo, en vez de decir "speranza" se puede decir "speme" [N. de la R.: Ambas se traducen como esperanza en español], pero ninguno de nosotros se sorprende de esta cosa extraña, porque todos sabemos que el subcódigo de la lengua literaria italiana requiere y admite que en poesÃa se usen latinismos, arcaÃsmos, apócopes, etc.).
El periodismo no es más que una rama menor de la lengua literaria, para entenderlo nos valemos de una especie de subcódigo. En breve, los periodistas no son más que escritores que, para vulgarizar y simplificar conceptos y representaciones, se valen de un código literario, digamos –sin salir del ámbito deportivo– de segunda división. También el lenguaje de Brera es de segunda división respecto al lenguaje de Carlo Emilio Gadda y de Gianfranco Contini.
Y el de Brera es, quizá, el caso más noblemente cualificado del periodismo deportivo italiano.
Por lo tanto, no existe conflicto "real" entre escritura literaria y escritura periodÃstica: es esta segunda la que, tan servil como siempre y enaltecida ahora por su empleo en la cultura de masas (¡no popular!), tiene pretensiones un poco soberbias, de parvenu (entrometido). Pero pasemos al fútbol.
El fútbol es un sistema de signos, o sea, un lenguaje. Tiene todas las caracterÃsticas fundamentales del lenguaje por excelencia, al que nosotros nos hemos remitido como término de comparación, esto es, el lenguaje escrito-hablado.
De hecho, las "palabras" del lenguaje del fútbol se forman exactamente igual que las palabras del lenguaje escrito-hablado. Ahora bien, ¿cómo se forman estas últimas? Se forman a través de lo que se denomina "doble articulación", o sea, a través de las infinitas combinaciones de los "fonemas" que, en italiano, son las veintiuna letras del alfabeto.
Los "fonemas", por tanto, son las "unidades mÃnimas" de la lengua escrito-hablada. ¿Queremos divertirnos definiendo la unidad mÃnima de la lengua del fútbol? Veamos: "Un hombre que usa los pies para chutar un balón" es la unidad mÃnima: el "podema" (por continuar la broma). Las infinitas posibilidades de combinación de los "podemas" forman las "palabras futbolÃsticas" y el conjunto de las "palabras futbolÃsticas" forma un discurso, regulado por auténticas normas sintácticas.
Los "podemas" son veintidós (casi igual que los fonemas): las "palabras futbolÃsticas" son potencialmente infinitas, porque infinitas son las posibilidades de combinación de los "podemas" (en la práctica, los pases de balón entre jugador y jugador); la sintaxis se expresa en el "partido", que es un auténtico discurso dramático.
Los codificadores de este lenguaje son los jugadores, nosotros, en las gradas, somos los descodificadores y, por lo tanto, compartimos un mismo código.
Quien no conoce el código del fútbol no entiende el "significado" de sus palabras (los pases) ni el sentido de su discurso (un conjunto de pases).
No soy ni Roland Barthes ni Greimas, pero como aficionado, si quisiera, podrÃa escribir un ensayo mucho más convincente que esta nota sobre la "lengua del fútbol". Pienso, además, que se podrÃa escribir también un bonito ensayo titulado Propp aplicado al fútbol: porque, naturalmente, como toda lengua, el fútbol tiene su momento puramente "instrumental", rigurosa y abstractamente regulado por el código y su momento "expresivo".
En efecto, toda lengua se articula en varias sublenguas, cada una de las cuales posee un subcódigo. Pues bien, en la lengua del fútbol se pueden hacer también distinciones de este tipo: el fútbol adquiere subcódigos desde el momento en que deja de ser puramente instrumental y se hace expresivo.
Puede haber un fútbol como lenguaje fundamentalmente prosÃstico y un fútbol como lenguaje fundamentalmente poético.
Para explicarme, pondré –anticipando las conclusiones- algunos ejemplos: Bulgarelli4 juega al fútbol en prosa: es un "prosista realista". Riva juega un fútbol poético: es un poeta "realista". Corso juega un fútbol poético, pero no es un "poeta realista": es un poeta un poco maudit (maldito), extravagante. Rivera juega un fútbol en prosa: pero la suya es una prosa poética, de "elzevir".
También Mazzola es un elzeviriano que podrÃa escribir en el Corriere della Sera, pero es más poeta que Rivera: de vez en cuando interrumpe la prosa e inventa enseguida dos versos fulgurantes.
Quiero aclarar que no hago distinción de valor entre la prosa y la poesÃa, se trata de una división puramente técnica.
Sin embargo, entendámonos, la literatura italiana, sobre todo la reciente, es la literatura de los "elzevirios" elegantes y extremadamente estetizantes. Su fondo es casi siempre conservador y un poco provinciano... en fin, democristiano. Todos los lenguajes que se hablan en un paÃs, incluso las jergas más arcanas, comparten un terreno común: la "cultura" de ese paÃs, su actualidad histórica.
Por razones de cultura y de historia, el fútbol de algunos pueblos es fundamentalmente prosaico: prosa realista o prosa estetizante (este último es el caso de Italia), mientras que el fútbol de otros pueblos es fundamentalmente poético.
En el fútbol hay momentos que son exclusivamente poéticos: los momentos del "gol". Cada gol es siempre una invención, es siempre una perturbación del código: todo gol es "ineluctabilidad", fulguración, estupor, irreversibilidad. Precisamente como la palabra poética. El máximo goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. En este momento lo es Savoldi4. El fútbol que expresa más goles es el fútbol más poético.
También el regate es de suyo poético (aunque no "siempre" como la acción del gol). De hecho, el sueño de todo jugador (que todo espectador comparte) es arrancar del centro del campo, driblar a todos y marcar. Si, dentro de los lÃmites permitidos, cabe imaginar algo sublime en el fútbol es precisamente esto. Pero no sucede jamás. Es un sueño (que sólo he visto realizar en Maghi del pallone, de Franco Franchi, que, aunque sea a un nivel rústico, ha conseguido resultar perfectamente onÃrico).
¿Quiénes son los mejores regateadores del mundo y los mejores goleadores? Los brasileños. Por lo tanto, su fútbol es un fútbol poético: de hecho, en él todo está basado en el regate y en el gol.
El catenaccio8 y la triangulación (que Brera llama geometrÃa) es un fútbol de prosa: se basa en la sintaxis, en el juego colectivo y organizado, esto es, en la ejecución razonada del código. Su único momento poético es el contraataque que culmina en un "gol" (que, como hemos visto, no puede más que ser poético). En definitiva, el momento poético del fútbol parece ser (como siempre) el momento individualista (regate y gol; o pase inspirado).
El fútbol en prosa es el del sistema (el fútbol europeo): su esquema es el siguiente:
El "gol" se encomienda a la "conclusión" de la que, a ser posible, se encarga un "poeta realista" como Riva, pero debe derivar de una organización de juego colectivo, basado en una serie de pases "geométricos" ejecutados según las reglas del código (Rivera en esto es perfecto; a Brera no le gusta porque se trata de una perfección un poco estetizante y no realista, como ocurre con los centrocampistas ingleses o alemanes). El fútbol poético es el del fútbol latinoamericano. Su esquema es el siguiente:
La realización de este esquema requiere una capacidad monstruosa de driblar (algo que en Europa se repudia en nombre de la "prosa colectiva") y cualquiera puede inventar el gol desde cualquier posición. El regate y el gol son los momentos individualistas-poéticos del fútbol; por eso el fútbol brasileño es un fútbol de poesÃa. Sin hacer juicios de valor, en un sentido puramente técnico, en México la poesÃa brasileña ha ganado a la prosa estetizante italiana.
Pier Paolo Pasolini
por Joël Dicker
(Penguin Ramdom House, Buenos Aires, 2022, 800 páginas)
Dicker escribe con soltura y tiene acostumbrado al lector a una prosa fluida, que se lee como deslizándose por una agua mansa, completada, además, por excelentes diálogos. Ello no es óbice para que periódicamente asombre con frases originales: “Parece ser que tenÃa esa alegrÃa de vivir sin igual que podÃa iluminar los peores dÃas de lluvia.”// “ConfÃa en mi experiencia de poli: nunca se sabe de que es capaz la gente. Sobre todo aquellos que creemos conocer bien.” Son geniales los capÃtulos dedicados a la página en blanco, esa parálisis creativa que a veces padece el escritor.
El autor va revelando continuamente aspectos de los personajes que modifican la opinión que se tenÃa de ellos. Asimismo, describe con sumo detalle las rutas y los lugares donde suceden los hechos.
Los escritores Harry Quebert y Marcus Goldman mantienen un diálogo permanente, a veces muy sensible e Ãntimo (“Escriba porque es el único medio para usted de hacer de esa minúscula cosa insignificante que llamamos vida una experiencia valida y gratificante.”) Dado que Goldman está averiguando el pasado de Quebert, por momentos se tiene la sensación de que se trata de la misma persona. Ello también origina que aparentemente se está ante un guion de cine inundado de raccontos, que relata un pasado tan zigzagueante como inesperado (la narración transcurre de agosto de l975 hasta octubre de 2008). Continuamente van apareciendo nuevos personajes que tienen detrás insólitas historias. Lograr hilvanarlas es una verdadera hazaña literaria.
La última frase de la novela La verdad sobre el caso Harry Quebert puede aplicarse a ella: “Un buen libro, Marcus, es un libro que uno se arrepiente de terminar.”
Impecable la traducción de Juan Carlos Durán Romero.
Joël Dicker nació en Ginebra, Suiza, en l985 y, por tanto, es francófono. Presentó a los 19 años, en un concurso de jóvenes autores, El tigre, novela que fue rechazada porque el jurado consideró que estaba muy bien escrita para tener esa edad. Posteriormente fue reconocida en 2010 con el Prix de Ecrivains Genevois. La verdad sobre el caso Harry Quebet recibió el Grand prix du roman de l´Académie française 2012, año en que también obtuvo el Premio Goncourt des lycêens.
Germán Cáceres