La guerra
¡Querido hermano!, piensa Kristóf, y le gustaría poder expresarle de alguna forma su cariño y su simpatía. Pero los K6mives nunca ceden al sentimentalismo, y su hermano se sorprendería, incluso se sonrojaría, si Kristófintentara dirigirse a él con demostraciones de afecto, dejándose llevar por las emociones. Además, a Kristóf tampoco le gustan los arrebatos de entusiasmo indecoroso. Hoy ha tenido un día de nervios, eso es todo. Por otra parte, aunque haya estado nervioso, aunque haya experimentado sentimientos fuera de 10 normal, aunque haya sentido mareos, no puede permitirse olvidar la disciplina. Y mientras su hermano calla, los demás exponen sus puntos de vista sobre la guerra. Es admirable cómo se han aprendido la lección, hablan como si ya hubiese ocurrido algo. La guerra no es hoy tan improbable ni tan inimaginable como ayer. Nadie cree que pueda empezar de verdad, nadie quiere la guerra, todavía está muy lejos; extensos campos y altos montes separan la paz de la guerra, aún siguen negociando, regateando. Nadie puede imaginar cómo empezaría una «guerra moderna» ni quiénes serían los enemigos. Nadie es capaz de imaginar bombas de miles de kilos ni gases letales. Todo eso parece irreal y absurdo, nadie tiene interés en que haya guerra. Es imposible imaginar que uno esté sentado tranquilamente en su casa, conversando, y un instante después ya no exista Londres o el monte Gellért. Son ocurrencias ridículas. Es imposible que estalle la guerra, al menos una guerra como la que imaginan los pesimistas que hablan de ella en los cafés. La paz sonríe por todas partes, aunque sea una sonrisa algo forzada y amarga; en el mundo entero se aprecian los signos del «progreso económico»; la civilización, cada vez más perfecta, brilla con luz propia. La guerra no puede estallar, la civilización no puede desaparecer de un día para otro. Probablemente, la guerra empieza con ... Pero todos hablan a la vez ... Kristóf atiende, está nervioso, como si de improviso fuese a comprender algo. Y de repente comprende: la guerra empieza cuando los seres humanos, en todo el mundo, están sentados en sus casas, hablando de sus preocupaciones diarias, y de pronto alguien pronuncia la palabra «guerra». Los demás entonces no pueden callar, no pueden mirar en silencio al vacío, aterrados, sino que se ven obligados a responder con naturalidad, repitiendo la palabra «guerra». y se ponen a hablar de la guerra, de si es posible y de cómo será, y dónde, y cuándo. Así es como empieza la guerra. Kristóflo comprende de golpe. En algún lugar lejano, en un lugar invisible, estalla la guerra; por descontado, primero estalla en el alma de los seres humanos, y para cuando se manifiesta en los campos de batalla, en los muertos, los heridos, los cañones, las casas en ruinas y las columnas de humo, la gente ya se ha acostumbrado a ella.
Divorcio en Buda
Sándor Márai
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