La Duendes Nº 9
Alejandro Aguado (Editor y Director)
(Editora La Duendes, Comodoro Rivadavia, 2010, 164 páginas) (http://laduendes.blogspot.com/)
Un auténtico libro con valiosísimas historietas para disfrutar. Se divide en dos secciones: “Maestros de la historieta argentina” e “Historieta patagónica”. Comencemos con la primera parte.
Estampas del laberinto muestra el arte tan personal y único de Enrique Alcatena. Sus viñetas parecen provenir de la combinación de una pesadilla que ocurre en el mismo Infierno y de otra que se nutre de las quimeras que habitan en el ser humano. Se trata también de una suerte de universo gótico ornado con filigranas.
Osvaldo Laino presenta una serie de bellas postales que se apoyan en el tejido finísimo que diseña su línea caligráfica. En sus viñetas está presente el espíritu del grabado.
El trazo rústico, enérgico y agreste de Carlos Casalla es ejemplar para referir la dura realidad que se exhibe en Patagonia Brava.
Limura, en Fuerte Brigitte y en El chanchito de la paz, apenas insinúa formas para hacer desfilar una suerte de monstruos que pronuncian extensos parlamentos que concluyen con un chiste sorpresa al final de la página.
Un magistral estilo, en el que predomina la representación de las tinieblas, es el que aporta el maestro Horacio Lalia en su adaptación de El corazón delator, de Edgar A. Poe, cuyas viñetas de audaces formatos se articulan en páginas negras.
Héctor Reinna presenta chistes de cuadro único cuya frescura y gracia reside en la ingenuidad. Al pie aparece una especie de refrán gauchesco (“Minifalda: ¿es una pollera corta o el pedacito de carne que se le pone al puchero?”).
Partiendo de una imaginativa trama de Carlos Albiac, el arte de Lito Fernández utiliza con soltura, en Botella al mar, numerosos ángulos audaces y la técnica de la viñeta-página. Su belleza gráfica evoca a los clásicos del cómic.
Sergio Langer, a través de una figuración exasperada, desarrolla una historieta cruel en la que una señora lleva a su hijo a un psiquiatra: el final es desopilante.
La porte carece de textos: Carlos Trillo despliega su fantasía en cuadros mudos que exponen una trama onírica en la que descuella la estética de Mandrafina.
Bespi, de Alfredo Grondona White, emplea un dibujo conciso y viñetas sin marcos para disparar ocurrencias sobre las dramáticas perturbaciones que puede aparejar un cochecito.
En Los enigmas del PAMI tiene lugar una divertida historia de Trillo ilustrada por el arte maravilloso de Enrique Breccia.
José Lúser, de Meiji, se encarga de enumerar las reideras desventuras de un “perdedor”.
Es proverbial la pasión literaria de Sanyú, cuyo personalísimo dibujo resulta tributario de la plástica contemporánea: esta vez, en Esbozo, propone un texto de Alejandra Pizarnik.
La segunda parte de la revista-libro se centra en el staff de La Duendes y en la “Historieta Patagónica”.
Diego Aballay expone notables ilustraciones de guerreros de la antigüedad.
Alejandro Aguado, con un dibujo ágil, de sesgos humorísticos, realiza en Episodios patagónicos un compendio de la colonización brutal y saqueadora que ocurrió en esa región. Hay movimiento, dinamismo y una sagaz paginación, que complementan creativas y descomunales onomatopeyas.
Mariano Antonelli en El Disco, sobre un texto de Borges, se luce con múltiples líneas finísimas a la manera de un tapiz gráfico.
En La Vieja, el apocalipsis tan temido aparece representado por Bernoy en sólo dos páginas.
El gol de mi vida no se produce por la abrupta irrupción urbanista: muy originales las formas que impone Chelo Candia a los cuadritos para reflejar esa convulsión edilicia.
El Clan Nahualli (Guión: Camilo Triana/Arte: Giovanny Nieto/Diseño: Henry Díaz) emprende, en Libertad en el Amazonas, un esquema de acción con estupendas angulaciones y una extraordinaria artesanía artística en la que predomina el gris.
El original humorismo de Cirilo, por Eco, está centrado en los enormes ojos de los personajes, que deben soportar el peso de párpados descomunales.
Un dibujo sintético, de pequeños trazos, visión agradable y anécdota sencilla es lo que plantea E. H. Edmunds en El señor del campo.
En Costumbres de los ahogados, las imágenes vigorosas y expresivas de Edu Molina ilustran el humor negro de la escritura de Nahon.
El magni, de Esteban Espósito, juega con emblemáticos personajes de historietas. Su dibujo simple es funcional a la risa.
Una gráfica espléndida de grises acerados y personajes en permanente contorsión registra Cristian Guardia en Neofito.
Favio Long señala, en Juan Sanputas, a un moderno jefe de oficina despótico y arbitrario, al que las supuestas renovaciones de las técnicas de Recursos Humanos no han podido sacar del estereotipo.
Una propuesta de sumo esmero estético, que conduce al mundo de la ilustración, es el elaborado por Fer Gris en Año 1850. Ciudad de Buenos Aires.
Se respira un clima de irrealidad en El barrendero, por Gastrik, en la que una representación nada convencional formula una tierna fábula.
De niño vuelas, por Tomás Gimbernat, registra una parábola exquisita con una apropiada concepción naϊf.
Guada muestra un logrado chiste de cuadro único y página entera, que decora con dibujos desbordantes de humor.
Lo ya olvidado, por Keki, recurre a una imagen candorosa con fondos grises para narrar la triste historia de una chica que perdió a su mamá cuando tenía cinco años.
¡Y aquí estoy! es una historieta de ciencia ficción, en la cual se luce la línea expresiva de José Massaroli y sus espléndidos registros del espacio exterior.
En El maldito, la excelente historia de Pablo Barbieri es ilustrada inteligentemente por Ríos Blancos con el fin de favorecer la narración.
Susto de 8 patas, por Carolina Salanova, es una historieta que se destaca por su esquema de página, el diseño de personajes y los notables encuadres.
El bello dibujo de Serafín sostiene, en Buen día Tupperland, una historieta muda, sin textos y de carácter surreal.
El humor y la gráfica delirantes de Alter ego, por Taro, se despliegan sobre un sugerente fondo gris.
El trazo espontáneo y suelto de Tom se en encarga, en Intronautas, de narrar una historia que se conecta con la cuestión de la miniaturización.
En Los esferas, por Toto, dos cabezas inmensas establecen un diálogo que parece salido de un relato patafísico o de un drama de Ionesco.
Renso Cuenca, Agite, Galantz y Rodrigo Cura proponen, respectivamente, cuatro chistes de cuadro único de temática historietística.
Y, por último, la contratapa trae un episodio de Orquídeo Maidana (Malevaje), en el que José Massaroli explaya un grafismo sólido, profesional, para narrar una anécdota risueña de este singular y simpático antihéroe.
En resumen, este Nº 9 de La Duendes es de lectura imprescindible para el amante de la historieta. No puede falta en la biblioteca (o hemeroteca).
Germán Cáceres
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