La Aduana del Correo: acá no cambió nada
El martirio para retirar un paquete de 20 dólares llegado desde el exterior no cambió en nada pese a los anuncios. Maltrato, burocracia y falta de respeto hacen un combo qué contrasta con la mansedumbre de los clientes.
En la tórrida sede del Correo Argentino en la Avenida Antártida Argentina, donde se encuentra la Aduana postal, sigue siendo un lugar tenebroso, un sitio donde el maltrato es moneda corriente y donde más se ve la burocracia y decadencia de un Estado inoperante. Allí nada ha cambiado, y hasta se ve peor que nunca.
Llegas y la primera impresión es que se ha cambiado la puerta de entrada. Lejos de significar una mejora, es para que la cosa pueda ser más larga sin salir del estacionamiento, porque sino tranquilamente llegaría hasta la esquina y más allá.
La fila que da inicio al trámite puede llevar entre una hora y una hora y media, y es solo para que un empleado del Correo selle el aviso de visita qué llegó a nuestro domicilio. El empleado nos indicará qué esperemos a un costado reteniendo el papel. En definitiva, se forma una segunda fila que demandará el tiempo que a otro empleado le lleve discernir entre 20 o 30 avisos similares cual es el costo a pagar solamente por presentarnos allí.
Sí, por entrar a la Aduana del Correo se paga un mínimo de $50 en lo que sería un peaje, y en caso de que uno haya concurrido más de cuatro días hábiles después de haber recibido el aviso deberá pagar $10 por cada día adicional en concepto de "depósito". Una vez que este empleado, contiguo al primero, determine si corresponde o no aplicar ese canon adicional, nos remite a una tercera fila qué vuelve a salir hasta el estacionamiento y nos llevará otra hora y media de espera hasta acceder a las cuatro cajas dispuestas a tal fin, contiguas a los empleados 1 y 2.
¿Por qué este engorroso proceso no se cumple de una sola vez? Es decir, pasar, sellar, calcular tiempo transcurrido, pagar. Bueno, la respuesta de un empleado es que por la cantidad de gente se haría todo mucho más largo (nos parece imposible que eso suceda, pero ya descreemos de todo) mientras una mujer que aguardaba detrás nuestro se resignaba a explicar que si eso sucediera "ya no estaríamos en la Argentina".
Una vez cumplimentado esos pasos, y con ya más de tres horas de pie, pasamos a la sala de espera que ya habíamos surcado dos veces haciendo nuestras filas y vemos que sigue abarrotada de gente que espera ver salir lo antes posible su número en los monitores para pasar al salón donde le será entregado el bien adquirido en el exterior del país. Encontrar un asiento libre es tarea del azar.
Pasar al salón de aduana es entrar en un nuevo mundo manejado ya no por el correo sino por la Afip. Los agentes mirarán qué hayamos cumplido con los pasos anteriores y que tampoco han sido modificados: ingresar a la web del organismo con clave fiscal, declarar los bienes adquiridos (eso incluye establecimiento, medio de pago, tipo de producto) y aclarar el valor del producto incluyendo gastos de envío (siguen los 25 dólares libres al año) sobre el cual se deberá pagar el 50% a través de la generación de un Volante. Electrónico de Pago (VEP) qué se paga por homey que número de envío es en el año, ya que aun se mantiene la regla de solo dos pedidos anuales.
Salir airoso con nuestro paquete, de entre 20 y 100 dólares promedio, habrá demandado hasta allí unas cuatro horas. No cambió nada.
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