Fragmento de Un rey en Nueva York, de Charles Chaplin, en la que dialoga con un niño (su hijo Michael) que expresa su postura ideológica sobre el mundo. La pelÃcula, estrenada en Europa en 1957, recién pudo ser vista en los Estados Unidos más de 25 años después.
Más tarde recordarÃan aquellos momentos entre bromas, como suelen recordar su primer encuentro los matrimonios, pues la primera vez no puede ser tan trivial como para que los interesados no la vean como un pequeño acontecimiento de alcance mundial: "¿Te acuerdas? Tú estabas a orillas del lago; yo pasaba por allà y, de repente, me detuve..." Y a continuación se maravillan del "azar tan peculiar" que los ha unido, y al mismo tiempo de lo terriblemente sencillo que ha sido todo... Años después, Kristóf le habÃa confesado que en el instante del encuentro habÃa sentido mucha vergiienza, que habÃa tenido unas ganas de huir irresistibles. "¡Esa confesión no es muy cortés que digamos!", le habÃa dicho Hertha, sorprendida y entre risas. Kristóf admitÃa para sus adentros que su reacción y sus sentimientos no daban fe de muy buena educación, pero a ella le explicó que uno reacciona asà solamente ante su destino, ante el amor de su vida, del que es imposible huir.
Aquella tarde, Hertha llevaba un impermeable transparente de color burdeos, y eso lo perturbaba aún más. El deseo inequÃvoco de salir corriendo, ese fuerte impulso, la voz interior que le gritaba que huyera aunque se pusiera en ridÃculo, que no hiciera caso de la sorpresa enojada de la joven, que echara a correr como si lo hubieran atacado en medio del bosque, a orillas del lago (más tarde soñarÃa a menudo con el encuentro y, para su sorpresa, en el sueño se repetÃa la obsesión por el "ataque a orillas del lago", como si hubiese leÃdo el titular en la prensa y el artÃculo se refiriese a ellos), toda esa sensación de pánico habÃa quedado ligada para siempre al recuerdo de su encuentro. Y, como es lógico, provocaba la risa de ambos.
Divorcio en Buda
Sándor Márai
Aquella tarde, Hertha llevaba un impermeable transparente de color burdeos, y eso lo perturbaba aún más. El deseo inequÃvoco de salir corriendo, ese fuerte impulso, la voz interior que le gritaba que huyera aunque se pusiera en ridÃculo, que no hiciera caso de la sorpresa enojada de la joven, que echara a correr como si lo hubieran atacado en medio del bosque, a orillas del lago (más tarde soñarÃa a menudo con el encuentro y, para su sorpresa, en el sueño se repetÃa la obsesión por el "ataque a orillas del lago", como si hubiese leÃdo el titular en la prensa y el artÃculo se refiriese a ellos), toda esa sensación de pánico habÃa quedado ligada para siempre al recuerdo de su encuentro. Y, como es lógico, provocaba la risa de ambos.
Divorcio en Buda
Sándor Márai