Tres grandes de la comedia fallecieron casi simultáneamente: el cineasta italiano Mario Monicelli, el español Luis GarcÃa Berlanga y el actor canadiense Leslie Nielsen.
El cineasta italiano Mario Monicelli falleció ayer en Italia, a los 95 años. Fue "el último gigante de la comedia italiana", tituló la prensa de su paÃs.
Monicelli dirigió Los desconocidos de siempre, Los compañeros, Amigos mÃos, La gran guerra y La Armada Brancaleone, entre otros clásicos de la comedia italiana.
El cineasta estaba internado en el Hospital San Giovanni, en Roma, al que habÃa ingresado aquejado de un cáncer de próstata en fase terminal, por lo que decidió quitarse la vida arrojándose desde el quinto piso.
Luis GarcÃa Berlanga, que llevaba tres años apartado del mundo, falleció en su casa de Pozuelo el 13 de noviembre pasado. HabÃa nacido el 12 de junio de 1921 en Valencia, España.
Autor de obras maestras como Bienvenido Mister Marshall, Plácido, El verdugo, La vaquilla o la serie que comenzó en La escopeta nacional, con él "muere un estilo, una voz, la visión de un paÃs, una cultura, una filosofÃa propia sobre el género humano", señaló el diario El PaÃs de Madrid.
Fue Premio PrÃncipe de Asturias en 1986, Premios Nacional de CinematografÃa (1981) y la Medalla de Oro de Bellas Artes (1983).
Leslie Nielsen falleció hoy a los 84 años, tras una neumonÃa que lo mantuvo internado los últimos 12 dÃas en un hospital de Miami.
El actor, nacido en Regina, Canadá, el 11 de febrero de 1926, protagonizó las célebres zagas La pistola desnuada y ¿Dónde está el piloto?, entre más de cien pelÃculas.
El cineasta italiano Mario Monicelli falleció ayer en Italia, a los 95 años. Fue "el último gigante de la comedia italiana", tituló la prensa de su paÃs.
Monicelli dirigió Los desconocidos de siempre, Los compañeros, Amigos mÃos, La gran guerra y La Armada Brancaleone, entre otros clásicos de la comedia italiana.
El cineasta estaba internado en el Hospital San Giovanni, en Roma, al que habÃa ingresado aquejado de un cáncer de próstata en fase terminal, por lo que decidió quitarse la vida arrojándose desde el quinto piso.
Luis GarcÃa Berlanga, que llevaba tres años apartado del mundo, falleció en su casa de Pozuelo el 13 de noviembre pasado. HabÃa nacido el 12 de junio de 1921 en Valencia, España.
Autor de obras maestras como Bienvenido Mister Marshall, Plácido, El verdugo, La vaquilla o la serie que comenzó en La escopeta nacional, con él "muere un estilo, una voz, la visión de un paÃs, una cultura, una filosofÃa propia sobre el género humano", señaló el diario El PaÃs de Madrid.
Fue Premio PrÃncipe de Asturias en 1986, Premios Nacional de CinematografÃa (1981) y la Medalla de Oro de Bellas Artes (1983).
Leslie Nielsen falleció hoy a los 84 años, tras una neumonÃa que lo mantuvo internado los últimos 12 dÃas en un hospital de Miami.
El actor, nacido en Regina, Canadá, el 11 de febrero de 1926, protagonizó las célebres zagas La pistola desnuada y ¿Dónde está el piloto?, entre más de cien pelÃculas.
de MarÃa Elena Rocchio
(Ediciones Generación Abierta, Buenos Aires, 2009, 62 páginas)
Los versos son modernos y transmiten imágenes propias del mundo contemporáneo. Se trata de un poemario vigoroso, bien construido, que ofrece hallazgos sensibles (“el poema se resiste a ser espejo/ de mi descenso al miedo”; la oscuridad se mueve/ o es una fragilidad de luz/ que no puedo apresar”).
Transmite la angustia creativa del poeta al emprender su trabajo (“que la hoja en blanco/es un demonio abierto”; “la inquietud de abandonar un poema/ una luz indefensa/ que pueda entristecer a los amigos”).
Su poesÃa vive el amor como algo contingente, difÃcil de alcanzar y más aún de hacerlo perdurar (“presiento que los dos/ bebemos del mismo vino/ con un brillo de lágrimas”).
Se percibe una soledad latente, que no proclama en clave de lamentación o desgarramiento, como si aquella fuera una inamovible condición humana que ni el amor pudiera superar (“de todas las instancias del amor/ elijo el poema”; “una sola cosa temo/ oÃr los latidos del corazón”).
Para MarÃa Elena Rocchio el transitar por la vida es doloroso, pero sumamente enriquecedor.
La autora demuestra en este excelente libro una intensa vocación literaria acompañada por una fino sentimiento (“escribir es ver el sol/ con espÃritu ávido/ con el deseo intacto”; “escribir es el milagro/ de hundirse en el oleaje/ con los ojos abiertos”).
Germán Cáceres
(Ediciones Generación Abierta, Buenos Aires, 2009, 62 páginas)
Los versos son modernos y transmiten imágenes propias del mundo contemporáneo. Se trata de un poemario vigoroso, bien construido, que ofrece hallazgos sensibles (“el poema se resiste a ser espejo/ de mi descenso al miedo”; la oscuridad se mueve/ o es una fragilidad de luz/ que no puedo apresar”).
Transmite la angustia creativa del poeta al emprender su trabajo (“que la hoja en blanco/es un demonio abierto”; “la inquietud de abandonar un poema/ una luz indefensa/ que pueda entristecer a los amigos”).
Su poesÃa vive el amor como algo contingente, difÃcil de alcanzar y más aún de hacerlo perdurar (“presiento que los dos/ bebemos del mismo vino/ con un brillo de lágrimas”).
Se percibe una soledad latente, que no proclama en clave de lamentación o desgarramiento, como si aquella fuera una inamovible condición humana que ni el amor pudiera superar (“de todas las instancias del amor/ elijo el poema”; “una sola cosa temo/ oÃr los latidos del corazón”).
Para MarÃa Elena Rocchio el transitar por la vida es doloroso, pero sumamente enriquecedor.
La autora demuestra en este excelente libro una intensa vocación literaria acompañada por una fino sentimiento (“escribir es ver el sol/ con espÃritu ávido/ con el deseo intacto”; “escribir es el milagro/ de hundirse en el oleaje/ con los ojos abiertos”).
Germán Cáceres
Estuvimos carancheando por el DF y aquà van algunos videitos.
Tres minutos de mar, de Emiliano Penelas, ha sido seleccionado para la Competencia Argentina de Cortometrajes del 25º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que se realizará del 13 al 21 de noviembre de 2010.
Tres minutos de mar
Tres minutos de contemplación.
Mar, playa, gente.
El tiempo recortado.
Realización: Emiliano Penelas
Diseño de sonido: Gino Gelsi
(Argentina / Uruguay, 2010, color, 4 minutos, HD)
http://www.tresminutosdemar.blogspot.com/
http://www.mardelplatafilmfest.com/
La participación oficial en el único festival latinoamericano clase “A” implica que los trabajos participantes tengan su estreno mundial en Mar del Plata.
La Competencia Argentina de Cortometrajes podrá verse el viernes 19 a las 16.15 (Ambassador 3) y a las 23 (Ambassador 4).
Tres minutos de contemplación.
Mar, playa, gente.
El tiempo recortado.
Realización: Emiliano Penelas
Diseño de sonido: Gino Gelsi
(Argentina / Uruguay, 2010, color, 4 minutos, HD)
http://www.tresminutosdemar.blogspot.com/
http://www.mardelplatafilmfest.com/
La imagen cenital de Cristina Kirchner vestida de negro junto al ataúd de su marido; el primer plano de la Presidenta doliente con sus hijos Máximo y Florencia Kirchner; la Plaza de Mayo colmada; gente llorando sobre la avenida Alem en el cortejo y despedida final del ex presidente... algunas imágenes de los últimos dÃas sin duda quedarán grabadas en la memoria como Ãconos de la polÃtica nacional.
"La memoria no guarda pelÃculas, guarda fotografÃas", escribió alguna vez Milan Kundera. El conscripto que lloraba mientras hacÃa un saludo al pecho cuando pasaba el cortejo fúnebre de Juan Domingo Perón, el Che Guevara muerto con los ojos abiertos en Bolivia, Evita embalsamada junto al doctor Pedro Ara o Raúl AlfonsÃn dormido para siempre en su cajón abierto mientras su nieto le acariciaba amorosamente la cabeza son instantáneas que han quedado impresas en nuestro cerebro con más fuerza que ninguna secuencia de film o noticiero.
Esta vez no olvidaremos esa toma cenital que muestra a la Presidenta vestida de negro junto al ataúd cerrado y cubierto con la bandera argentina, la banda presidencial, el bastón de mando y dos pañuelos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Allà reposaba Néstor Kirchner, y el fotógrafo de Presidencia lo inmortalizó en esa intimidad vertical que no pudo apreciarse desde la lÃnea plana de la televisión.
El equipo de fotógrafos de Presidencia de la Nación lo comanda una leyenda viva: VÃctor Bugge, que retrató a muchos jefes de Estado a lo largo de estos treinta años. Lo curioso es que muchas veces lo hizo a contramano de lo que se espera de un fotógrafo oficial: como un espÃa o un intruso. Esa escuela, ese ojo invasor pero invisible es el responsable de la foto que dio estos dÃas la vuelta al mundo, que fue tapa de diarios extranjeros y que ya es un Ãcono de la polÃtica nacional.
También del retrato a quemarropa que se le arrancó a Cristina junto con sus hijos Máximo y Florencia Kirchner frente al féretro. Esa foto guarda una rara simetrÃa: la Presidenta tiene abierta extrañamente la mano derecha y el ojo del lector lleva directo a las manos de Perón, que se alzan detrás, en una pintura de la galerÃa de los Patriotas Latinoamericanos.
Este diario puso en la calle trece fotógrafos a lo largo de esas 48 horas increÃbles. Al principio, nuestros reporteros gráficos luchaban con la marea humana, cruzando dificultosamente Plaza de Mayo, fotografiando cientos de rostros dolientes. Luego un fotógrafo buscó la terraza más alta, en un edificio ubicado detrás del Cabildo y parapetado allà mostró de dÃa y de noche panorámicas de una muchedumbre incalculable. En la calle, todos fueron ayudados por la gente, que los alzaba para que hicieran una toma mejor o les ofrecÃan algún detalle: un cartel, un souvenir, una mueca.
¿Qué piensa un cirujano en el quirófano? Sólo piensa en su trabajo. La coraza profesional lo protege del dolor y del miedo. ¿Qué piensa un fotógrafo en esas circunstancias? Algo parecido, aunque la emoción puede jugarle una mala pasada. Le ocurrió, por ejemplo, a Silvana Colombo, una mujer valerosa que cubrió la salida del cortejo. Durante sus prolegómenos, entró en la plaza y sintió que la lluvia la mojaba. HabÃa miles y miles de paraguas, una pantalla gigante que transmitÃa imágenes del interior de la Casa de Gobierno y un silencio insólito, pesado, masivo, sobrenatural.
Después bajó caminando hasta la avenida Alem y descubrió gente llorando contra el cordón y las vallas. Cuando los automóviles oficiales aparecieron en la avenida y vio tantas personas intentando abalanzarse sobre el coche de la viuda, Silvana Colombo sintió algo profundo. Sintió que estaba en un libro de historia. Y entonces se le cayó una lágrima. Y mientras la lágrima surcaba la mejilla, Silvana disparaba y disparaba, y seguÃa disparando con la vista nublada y brillante.
SucedÃa en ese instante del arte y de la vida lo que el maestro total Henry Cartier-Bresson definÃa como milagro de su oficio: "Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje". A veces el arte nos salva de la muerte.
Jorge Fernández DÃaz
Diario La Nación, domingo 31 de octubre de 2010
"La memoria no guarda pelÃculas, guarda fotografÃas", escribió alguna vez Milan Kundera. El conscripto que lloraba mientras hacÃa un saludo al pecho cuando pasaba el cortejo fúnebre de Juan Domingo Perón, el Che Guevara muerto con los ojos abiertos en Bolivia, Evita embalsamada junto al doctor Pedro Ara o Raúl AlfonsÃn dormido para siempre en su cajón abierto mientras su nieto le acariciaba amorosamente la cabeza son instantáneas que han quedado impresas en nuestro cerebro con más fuerza que ninguna secuencia de film o noticiero.
Esta vez no olvidaremos esa toma cenital que muestra a la Presidenta vestida de negro junto al ataúd cerrado y cubierto con la bandera argentina, la banda presidencial, el bastón de mando y dos pañuelos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Allà reposaba Néstor Kirchner, y el fotógrafo de Presidencia lo inmortalizó en esa intimidad vertical que no pudo apreciarse desde la lÃnea plana de la televisión.
El equipo de fotógrafos de Presidencia de la Nación lo comanda una leyenda viva: VÃctor Bugge, que retrató a muchos jefes de Estado a lo largo de estos treinta años. Lo curioso es que muchas veces lo hizo a contramano de lo que se espera de un fotógrafo oficial: como un espÃa o un intruso. Esa escuela, ese ojo invasor pero invisible es el responsable de la foto que dio estos dÃas la vuelta al mundo, que fue tapa de diarios extranjeros y que ya es un Ãcono de la polÃtica nacional.
También del retrato a quemarropa que se le arrancó a Cristina junto con sus hijos Máximo y Florencia Kirchner frente al féretro. Esa foto guarda una rara simetrÃa: la Presidenta tiene abierta extrañamente la mano derecha y el ojo del lector lleva directo a las manos de Perón, que se alzan detrás, en una pintura de la galerÃa de los Patriotas Latinoamericanos.
Este diario puso en la calle trece fotógrafos a lo largo de esas 48 horas increÃbles. Al principio, nuestros reporteros gráficos luchaban con la marea humana, cruzando dificultosamente Plaza de Mayo, fotografiando cientos de rostros dolientes. Luego un fotógrafo buscó la terraza más alta, en un edificio ubicado detrás del Cabildo y parapetado allà mostró de dÃa y de noche panorámicas de una muchedumbre incalculable. En la calle, todos fueron ayudados por la gente, que los alzaba para que hicieran una toma mejor o les ofrecÃan algún detalle: un cartel, un souvenir, una mueca.
¿Qué piensa un cirujano en el quirófano? Sólo piensa en su trabajo. La coraza profesional lo protege del dolor y del miedo. ¿Qué piensa un fotógrafo en esas circunstancias? Algo parecido, aunque la emoción puede jugarle una mala pasada. Le ocurrió, por ejemplo, a Silvana Colombo, una mujer valerosa que cubrió la salida del cortejo. Durante sus prolegómenos, entró en la plaza y sintió que la lluvia la mojaba. HabÃa miles y miles de paraguas, una pantalla gigante que transmitÃa imágenes del interior de la Casa de Gobierno y un silencio insólito, pesado, masivo, sobrenatural.
Después bajó caminando hasta la avenida Alem y descubrió gente llorando contra el cordón y las vallas. Cuando los automóviles oficiales aparecieron en la avenida y vio tantas personas intentando abalanzarse sobre el coche de la viuda, Silvana Colombo sintió algo profundo. Sintió que estaba en un libro de historia. Y entonces se le cayó una lágrima. Y mientras la lágrima surcaba la mejilla, Silvana disparaba y disparaba, y seguÃa disparando con la vista nublada y brillante.
SucedÃa en ese instante del arte y de la vida lo que el maestro total Henry Cartier-Bresson definÃa como milagro de su oficio: "Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje". A veces el arte nos salva de la muerte.
Jorge Fernández DÃaz
Diario La Nación, domingo 31 de octubre de 2010