Manifiesto anarquista de bolsillo
1. Creemos que todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Creemos que todos -sin distinción de sexo, origen étnico, religión, etc.- deben gozar del respeto a su vida, su dignidad, su libertad. Estamos en contra de toda norma social o jurídica que interfiera en la vida privada del individuo o que vaya más allá del elemental y básico "no agredas a tu prójimo".
2. Por esto motivo rechazamos al Estado y al gobierno. Pues, aunque en teoría, es un organismo que, mediante el monopolio de la fuerza, garantiza el cumplimiento de estos derechos, en la práctica escapa al control del pueblo –incluso en las más avanzadas democracias- sólo atiende a su propio interés y al de sus compinches. Creemos que los actos antisociales -los robos, los crímenes, etc.- son, en buena cuenta, productos de las condiciones sociales y culturales. Pero, aún cuando no lo fueran, podrán ser controlados por asociaciones voluntarias –de base territorial, laboral u otras- con la misma o incluso con mayor eficacia que el Estado y sin los inconvenientes del mismo.
3. Rechazamos también la plutocracia, capitalismo o tiranía del capital. Esto es, la desigualdad en el intercambio entre capital y trabajo, con el sometimiento del segundo al primero y el consiguiente conflicto entre ambos. Abogamos por la autogestión, esto es la democracia al interior de la empresa, sin dominio patronal ni tecnocrático. Abogamos por una economía en las que las decisiones sean tomadas libremente por todos los que en ella participan y no por unos pocos en función del poder político o la riqueza que detentan.
4. Por todo esto, a riesgo de ser redundantes, estamos en contra de la discriminación por sexo, de la discriminación contra las minorías de cualquier tipo (sexuales, étnicas, religiosas), de las persecuciones religiosas o ideológicas, del racismo, de la falta de respeto y sometimiento a las generaciones más viejas o más jóvenes, de la educación represiva, del colonialismo, de las guerras –en general-, de los intentos de conseguir cambios culturales por medios políticos, de la destrucción del medio ambiente causada por los estados y el capitalismo. Apoyamos las reivindicaciones por la liberación femenina, a los grupos religiosos o étnicos perseguidos u hostilizados, la lucha de los indígenas por recuperar o conservar sus tierras y por el respeto a su cultura, etc.
5. Estos son los puntos básicos en los que todo anarquista estará de acuerdo. Las diferencias se dan en lo que respecta a los medios por alcanzar tales objetivos. Unos creen, sobre todo, en la acción directa revolucionaria. Otros, en la educación y el ejemplo y en una evolución gradual. Unos abogan por la expropiación revolucionaria del gran capital y la instauración de una comunidad de bienes voluntaria. Otros creen en el desarrollo progresivo de un sector autogestionario dentro de la sociedad moderna. Otros, en la distribución de la riqueza y el capital que se producirá espontáneamente por medio del mercado al instaurarse una auténtica libertad económica y romperse los privilegios que el Estado asegura, mediante su protección, a los grandes capitalistas.
2. Por esto motivo rechazamos al Estado y al gobierno. Pues, aunque en teoría, es un organismo que, mediante el monopolio de la fuerza, garantiza el cumplimiento de estos derechos, en la práctica escapa al control del pueblo –incluso en las más avanzadas democracias- sólo atiende a su propio interés y al de sus compinches. Creemos que los actos antisociales -los robos, los crímenes, etc.- son, en buena cuenta, productos de las condiciones sociales y culturales. Pero, aún cuando no lo fueran, podrán ser controlados por asociaciones voluntarias –de base territorial, laboral u otras- con la misma o incluso con mayor eficacia que el Estado y sin los inconvenientes del mismo.
3. Rechazamos también la plutocracia, capitalismo o tiranía del capital. Esto es, la desigualdad en el intercambio entre capital y trabajo, con el sometimiento del segundo al primero y el consiguiente conflicto entre ambos. Abogamos por la autogestión, esto es la democracia al interior de la empresa, sin dominio patronal ni tecnocrático. Abogamos por una economía en las que las decisiones sean tomadas libremente por todos los que en ella participan y no por unos pocos en función del poder político o la riqueza que detentan.
4. Por todo esto, a riesgo de ser redundantes, estamos en contra de la discriminación por sexo, de la discriminación contra las minorías de cualquier tipo (sexuales, étnicas, religiosas), de las persecuciones religiosas o ideológicas, del racismo, de la falta de respeto y sometimiento a las generaciones más viejas o más jóvenes, de la educación represiva, del colonialismo, de las guerras –en general-, de los intentos de conseguir cambios culturales por medios políticos, de la destrucción del medio ambiente causada por los estados y el capitalismo. Apoyamos las reivindicaciones por la liberación femenina, a los grupos religiosos o étnicos perseguidos u hostilizados, la lucha de los indígenas por recuperar o conservar sus tierras y por el respeto a su cultura, etc.
5. Estos son los puntos básicos en los que todo anarquista estará de acuerdo. Las diferencias se dan en lo que respecta a los medios por alcanzar tales objetivos. Unos creen, sobre todo, en la acción directa revolucionaria. Otros, en la educación y el ejemplo y en una evolución gradual. Unos abogan por la expropiación revolucionaria del gran capital y la instauración de una comunidad de bienes voluntaria. Otros creen en el desarrollo progresivo de un sector autogestionario dentro de la sociedad moderna. Otros, en la distribución de la riqueza y el capital que se producirá espontáneamente por medio del mercado al instaurarse una auténtica libertad económica y romperse los privilegios que el Estado asegura, mediante su protección, a los grandes capitalistas.
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