El conejo más simpático de todos, Bugs Bunny, cumple hoy 70 años... ¡has recorrido un largo camino, muchacho, y siempre detrás de la zanahoria!
El 27 de julio de 1940 debutó Bugs Bunny en un cortometraje animado de la Warner Brothers llamado A Wild Hare (Una liebre salvaje). Astuto, irreverente y loco por las zanahorias, haría locos a todos los partenaires de turno, y se convertiría en el emblema de la compañía fraternal.
"What´s up, doc?" o "¿Qué hay de nuevo, viejo?", entre nosotros, fue su latiguillo reconocible en cualquier circunstancia. ¡Que los cumplas feliz!
La trilogía "El silencio de Dios", de Ingmar Bergman, podrá verse en el Cineclub YMCA (Reconquista 469) los miércoles 28 de julio, 11 y 25 de agosto, siempre a las 19:30 horas, con entrada libre y gratuita.
Entre 1961 y 1963 Ingmar Bergman realiza una trilogía llamada "El silencio de Dios", en la que a través de sus temas recurrentes (las dificultades en las relaciones humanas, la culpa, el amor, el existencialismo, la muerte) pone en duda la existencia de un creador, interpelando al sentido humano de sus personajes.
Bergman lo llamó en ocasiones "cine de cámara" a este tipo de trabajos pequeños, en donde los diálogos profundos van cargados de pensamientos filosóficos y de preguntas que no tienen respuestas claras, y obligan al espectador a pensarlas con él.
Sin embargo, Bergman pareciera no renegar completamente de Dios, sea quien éste fuera, sino que dirige su crítica a la religión, y a la esperanza de que si existiera un creador, sólo se llegará a él a través de la humanización.
Miércoles 28 de julio
DETRÁS DE UN VIDRIO OSCURO
(Såsom i en spegel, Suecia, 1961, blanco y negro, 89 minutos)
Dirección: Ingmar Bergman
Elenco: Harriet Andersson, Gunnar Björnstrand, Max von Sydow y Lars Passgard.
Sinopsis: El verano se desarrolla en familia en una isla de Suecia donde conviven cuatro personajes: una joven recién salida de un hospital mental, su marido, el padre, su hermano y un doctor. Los conflictos de los personajes, sus crisis y la constante presencia (y ausencia) de Dios en el conflicto son los ejes de la película.
Oscar a la Mejor Película Extranjera.
Miércoles 11 de agosto
LUZ DE INVIERNO / LOS COMULGANTES
(Nattvardsgästerna, Suecia, 1963, blanco y negro, 80 minutos)
Dirección: Ingmar Bergman
Elenco: Ingrid Thulin, Max von Sydow, Gunnar Björnstrand, Gunnel Lindblom y Allan Edwall.
Sinopsis: Un pastor de una pequeña localidad entra en crisis con la fe. Los pocos comulgantes tienen fuertes angustias y él siente que no puede ayudarlos porque son también las suyas. El invierno es crudo y la luz (del inigualable Sven Nykvist) es un elemento central en una película reflexiva y abrumadora sobre la condición humana.
Miércoles 25 de agosto
EL SILENCIO
(Tystnaden, Suecia, 1963, blanco y negro, 80 minutos)
Dirección: Ingmar Bergman
Elenco: Ingrid Thulin, Gunnel Lindblom, Jörgen Lindström, Haakan Jahnberg, Leif Forstenberg y Biger Malmsten.
Sinopsis: Dos hermanas y el hijo de una de ellas deben detenerse en medio de un viaje por la enfermedad de la otra. La extrañeza del sitio, el conflicto entre los personajes y la extrañeza de las relaciones humanas conforman esta tercera pieza de esta trilogía bergmaniana en la que Dios parece haber desaparecido por completo y sólo queda, como titula la película, el silencio.
Entre 1961 y 1963 Ingmar Bergman realiza una trilogía llamada "El silencio de Dios", en la que a través de sus temas recurrentes (las dificultades en las relaciones humanas, la culpa, el amor, el existencialismo, la muerte) pone en duda la existencia de un creador, interpelando al sentido humano de sus personajes.
Bergman lo llamó en ocasiones "cine de cámara" a este tipo de trabajos pequeños, en donde los diálogos profundos van cargados de pensamientos filosóficos y de preguntas que no tienen respuestas claras, y obligan al espectador a pensarlas con él.
Sin embargo, Bergman pareciera no renegar completamente de Dios, sea quien éste fuera, sino que dirige su crítica a la religión, y a la esperanza de que si existiera un creador, sólo se llegará a él a través de la humanización.
Miércoles 28 de julio
DETRÁS DE UN VIDRIO OSCURO
(Såsom i en spegel, Suecia, 1961, blanco y negro, 89 minutos)
Dirección: Ingmar Bergman
Elenco: Harriet Andersson, Gunnar Björnstrand, Max von Sydow y Lars Passgard.
Sinopsis: El verano se desarrolla en familia en una isla de Suecia donde conviven cuatro personajes: una joven recién salida de un hospital mental, su marido, el padre, su hermano y un doctor. Los conflictos de los personajes, sus crisis y la constante presencia (y ausencia) de Dios en el conflicto son los ejes de la película.
Oscar a la Mejor Película Extranjera.
Miércoles 11 de agosto
LUZ DE INVIERNO / LOS COMULGANTES
(Nattvardsgästerna, Suecia, 1963, blanco y negro, 80 minutos)
Dirección: Ingmar Bergman
Elenco: Ingrid Thulin, Max von Sydow, Gunnar Björnstrand, Gunnel Lindblom y Allan Edwall.
Sinopsis: Un pastor de una pequeña localidad entra en crisis con la fe. Los pocos comulgantes tienen fuertes angustias y él siente que no puede ayudarlos porque son también las suyas. El invierno es crudo y la luz (del inigualable Sven Nykvist) es un elemento central en una película reflexiva y abrumadora sobre la condición humana.
Miércoles 25 de agosto
EL SILENCIO
(Tystnaden, Suecia, 1963, blanco y negro, 80 minutos)
Dirección: Ingmar Bergman
Elenco: Ingrid Thulin, Gunnel Lindblom, Jörgen Lindström, Haakan Jahnberg, Leif Forstenberg y Biger Malmsten.
Sinopsis: Dos hermanas y el hijo de una de ellas deben detenerse en medio de un viaje por la enfermedad de la otra. La extrañeza del sitio, el conflicto entre los personajes y la extrañeza de las relaciones humanas conforman esta tercera pieza de esta trilogía bergmaniana en la que Dios parece haber desaparecido por completo y sólo queda, como titula la película, el silencio.
Hoy es el "Día de Galicia", en honor al Apóstol Santiago, que es el que está en la Catedral de Compostela. Como el 25 de julio esta vez cae domingo (hecho que se da cada 6, 5, 6 y 11 años) la celebración incluye el Xacobeo, o "Año Santo Compostelano", o sea, tiran la casa por la ventana. ¡El próximo cae en 2021!
Francisco Bochatón tocó el 9 de julio en el ND Ateneo y como de costumbre la rompió. En el día del amigo les dejo diez temas grabados en HD, en el orden que los tocó, para que te hagas tu propio recital on line. De nada.
Autor y dirección: Francisco Lumerman. Intérpretes: Adriana Ferrer, Lisandro Penelas, Rosario Varela, José Escobar, Julieta Timossi e Ignacio Torres. Asistencia de dirección: Leticia Martín Escenografía: Sol Soto. Asistencia de Escenografía: Victoria Dimopulos. Diseño de iluminación: Ricardo Sica. Profesora de señas: María Eugenia Alemán. Prensa: Débora Lachter. Teatro Tiembre 4, México 3554, CABA, Viernes 23.30 horas.
Como ya lo probó en Te encontraré ayer (2008), Francisco Lumerman se encuentra a sus anchas enriqueciendo la expresión teatral con imágenes visuales y distorsiones temporales. Aquí se trata de un simple aparato de televisión que transmite un documental sobre varios aspectos históricos acerca de Perón, principalmente su regreso al país, pero la acción transcurre en la segunda mitad de este siglo XXI, de modo que en el espectador confluyen tres épocas: el presente, el pasado y el futuro.
En ese mañana hipotético, no aparece una nación próspera y democrática, todo lo contrario: el poder lo detenta una dictadura, a la que combate una resistencia armada que enarbola —aunque se duda si sinceramente—las banderas del peronismo. Además, se vive en la extrema miseria, hay desabastecimiento, la rapiña y el saqueo son moneda constante y la población ha perdido todas las denominadas conquistas sociales. Es posible —aunque no se aclara— que una situación apocalíptica similar se viva en el resto del mundo, ya que el espíritu de la pieza se conecta con el de la novela La carretera (que llevó al cine John Hillcoat). Pero, mientras en el libro de Cormac McCarthy fue un estallido nuclear el factor que provocó la catástrofe, En tus últimas noches parecería indicar que desde la década del setenta la Argentina ingresó en un tremendo baño de sangre que no cesará, que sólo tendrá ciertos períodos de aparente calma, o sea que habrá aún más terror y exterminio.
La escenografía de Sol Soto —que aprovecha el particular espacio de Timbre 4— subraya esa desolación mostrando una habitación en la que impera el desorden, el agua estancada, las privaciones y una insólita invasión de hormigas. Allí residen dos primos, Pedro (Lisandro Penelas) y Juan (José Escobar), en compañía de sus parejas, Mirna (Adriana Ferrer) y Gabi (Rosario Varela), respectivamente. Sólo hacia el final aparecen dos jóvenes sordomudos (Julieta Timossi e Ignacio Torres), que precipita actos de suma violencia por parte de los demás.
En la conducta perturbada de los personajes reside el aspecto más trágico de En tus últimas noches. Son neuróticos, irritables, y han perdido la capacidad de relacionarse. Sólo dialogan con gritos, agresiones y amenazas. Y, por sobre todas las cosas, late en ellos la idea del suicidio como única vía de escape a su desesperación. Además, están armados y matan sin titubeos ni remordimientos, como si asesinar fuera uno de los tantos hechos ineludibles de la vida cotidiana.
Este desarrollo dramático se va manifestando en forma paulatina, a través de diálogos cortantes que van aclarando este atroz proceso. Los intérpretes —magníficos— están compenetrados de la opresión que aplasta a los personajes y se desplazan con solvencia por el escenario. La iluminación de Ricardo Sica aporta la sombría austeridad requerida por el aliento nihilista de la obra, en la que se respira un clima enrarecido, en la onda de Harold Pinter, con unos seres al borde del abismo que parecen no encontrar sentido ni salida a su caótica existencia.
Germán Cáceres
Como ya lo probó en Te encontraré ayer (2008), Francisco Lumerman se encuentra a sus anchas enriqueciendo la expresión teatral con imágenes visuales y distorsiones temporales. Aquí se trata de un simple aparato de televisión que transmite un documental sobre varios aspectos históricos acerca de Perón, principalmente su regreso al país, pero la acción transcurre en la segunda mitad de este siglo XXI, de modo que en el espectador confluyen tres épocas: el presente, el pasado y el futuro.
En ese mañana hipotético, no aparece una nación próspera y democrática, todo lo contrario: el poder lo detenta una dictadura, a la que combate una resistencia armada que enarbola —aunque se duda si sinceramente—las banderas del peronismo. Además, se vive en la extrema miseria, hay desabastecimiento, la rapiña y el saqueo son moneda constante y la población ha perdido todas las denominadas conquistas sociales. Es posible —aunque no se aclara— que una situación apocalíptica similar se viva en el resto del mundo, ya que el espíritu de la pieza se conecta con el de la novela La carretera (que llevó al cine John Hillcoat). Pero, mientras en el libro de Cormac McCarthy fue un estallido nuclear el factor que provocó la catástrofe, En tus últimas noches parecería indicar que desde la década del setenta la Argentina ingresó en un tremendo baño de sangre que no cesará, que sólo tendrá ciertos períodos de aparente calma, o sea que habrá aún más terror y exterminio.
La escenografía de Sol Soto —que aprovecha el particular espacio de Timbre 4— subraya esa desolación mostrando una habitación en la que impera el desorden, el agua estancada, las privaciones y una insólita invasión de hormigas. Allí residen dos primos, Pedro (Lisandro Penelas) y Juan (José Escobar), en compañía de sus parejas, Mirna (Adriana Ferrer) y Gabi (Rosario Varela), respectivamente. Sólo hacia el final aparecen dos jóvenes sordomudos (Julieta Timossi e Ignacio Torres), que precipita actos de suma violencia por parte de los demás.
En la conducta perturbada de los personajes reside el aspecto más trágico de En tus últimas noches. Son neuróticos, irritables, y han perdido la capacidad de relacionarse. Sólo dialogan con gritos, agresiones y amenazas. Y, por sobre todas las cosas, late en ellos la idea del suicidio como única vía de escape a su desesperación. Además, están armados y matan sin titubeos ni remordimientos, como si asesinar fuera uno de los tantos hechos ineludibles de la vida cotidiana.
Este desarrollo dramático se va manifestando en forma paulatina, a través de diálogos cortantes que van aclarando este atroz proceso. Los intérpretes —magníficos— están compenetrados de la opresión que aplasta a los personajes y se desplazan con solvencia por el escenario. La iluminación de Ricardo Sica aporta la sombría austeridad requerida por el aliento nihilista de la obra, en la que se respira un clima enrarecido, en la onda de Harold Pinter, con unos seres al borde del abismo que parecen no encontrar sentido ni salida a su caótica existencia.
Germán Cáceres
El último libro de Carlos Penelas, Antología personal, es una celebración de las cuatro décadas de su primer poemario. Se presentará el viernes 16 de julio a las 19 horas, en el auditorio de la Editorial Dunken, Ayacucho 357, Capital. Hablará el poeta Rubén Derlis. Leerá el actor Juan Carlos Puppo.
Antología personal es una selección que incluye poemas de todos los libros, plaquettes e inéditos de Carlos Penelas, conmemora los cuarenta años de la publicación de su primer libro: Poemas del amor sin muros, de 1970.
"Una extensa obra poética –saludada por Luis Franco, Raúl González Tuñón, Ricardo Molinari, Juan L. Ortiz, Elvio Romero, Lily Litvak, Giuseppe Bellini, Juan José Ceselli, Eduardo Blanco Amor, Héctor Ciocchini, Xesús Alonso Montero, entre otros– revela el devenir creador de Carlos Penelas, una de las voces más serias de la generación del ’70. La crítica ha advertido una preocupación raigal por adentrarse en los símbolos expresivos y en las estructuras modernas, conciliando el peso y la medida de su lirismo", señala la contratapa de Antología personal.
La presentación en Buenos Aires se realizará en el salón de Editorial Dunken, Ayacucho 357, el viernes 16 de julio a las 19 horas, con la participación del autor junto al poeta Rubén Derlis y al actor Juan Carlos Puppo. El libro ya está a la venta en las principales librerías, y a través de la página de Dunken.
Antología personal es una selección que incluye poemas de todos los libros, plaquettes e inéditos de Carlos Penelas, conmemora los cuarenta años de la publicación de su primer libro: Poemas del amor sin muros, de 1970.
"Una extensa obra poética –saludada por Luis Franco, Raúl González Tuñón, Ricardo Molinari, Juan L. Ortiz, Elvio Romero, Lily Litvak, Giuseppe Bellini, Juan José Ceselli, Eduardo Blanco Amor, Héctor Ciocchini, Xesús Alonso Montero, entre otros– revela el devenir creador de Carlos Penelas, una de las voces más serias de la generación del ’70. La crítica ha advertido una preocupación raigal por adentrarse en los símbolos expresivos y en las estructuras modernas, conciliando el peso y la medida de su lirismo", señala la contratapa de Antología personal.
La presentación en Buenos Aires se realizará en el salón de Editorial Dunken, Ayacucho 357, el viernes 16 de julio a las 19 horas, con la participación del autor junto al poeta Rubén Derlis y al actor Juan Carlos Puppo. El libro ya está a la venta en las principales librerías, y a través de la página de Dunken.
El siguiente artículo lo escribió en 1954 el crítico y ensayista francés Roland Barthes (1915-1980) . Fue publicado luego en su libro Mitologías.
Sapónidos y detergentes
El Primer Congreso Mundial de la Detergencia (París, septiembre de 1954) ha autorizado al mundo a sucumbir a la euforia por Omo: (las marcas de productos corresponden a las utilizadas en Francia. En cada país pueden hacerse las sustituciones del caso - Traductor) los productos detergentes no sólo no tienen ninguna acción nociva sobre la piel, sino que es posible que puedan salvar de la silicosis a los mineros. Esos productos, desde hace algunos años, son objeto de una publicidad tan masiva, que hoy forman parte de esa zona de la vida cotidiana de los franceses a la que los psicoanalistas, si estuvieran al día, deberían sin duda tomar en cuenta. En ese caso sería útil oponerle el psicoanálisis de los líquidos purifica dores (lejía), al de los polvos saponizados (Lux, Persil) o detergentes (Raí, Paic, Crio, Omo). Las relaciones del remedio y del mal, del producto y de la suciedad, son muy diferentes en uno u otro caso.
Por ejemplo, las lejías han sido consideradas siempre como una suerte de fuego líquido cuya acción debe ser cuidadosamente controlada, en caso contrario el objeto resulta atacado, "quemado"; la leyenda implícita de este género de productos descansa en la idea de una modificación violenta, abrasiva, de la materia; las garantías son de orden químico o mutilante: el producto "destruye" la suciedad. Por el contrario, los polvos son elementos separadores; su papel ideal radica en liberar al objeto de su imperfección circunstancial: ahora se "expulsa" la suciedad, no se la destruye; en la imaginería Omo, la suciedad es un pobre enemigo maltrecho y negro, que huye presuroso de la hermosa ropa pura, ante la sola amenaza del juicio de Omo. Los cloros y los amoniacos, indudablemente, son los delegados de una suerte de fuego total, salvador pero ciego; los polvos, en cambio, son selectivos, empujan, conducen la suciedad a través de la trama del objeto, están en función de policía, no de guerra. Esta distinción tiene sus correspondencias etnográficas: el líquido químico prolonga el gesto de la lavandera que friega su ropa; los polvos, remplazan al del ama de casa que aprieta y hace girar la ropa a lo largo de la pileta.
Pero dentro del orden de los polvos, hace falta oponer, asimismo, la publicidad psicológica a la publicidad psicoanalítica (utilizo esta palabra sin asignarle una significación de escuela particular). La blancura Persil, por ejemplo, funda su prestigio en la evidencia de un resultado; se estimula la vanidad y la apariencia social mediante la comparación de dos objetos, uno de los caíales esmás blanco que el otro. La publicidad Omo también indica el efecto del producto (en forma superlativa, por supuesto), pero sobre todo descubre el proceso de su acción; de esta manera vincula al consumidor en una especie de modus vivendi de la sustancia, lo vuelve cómplice de un logro y ya no solamente beneficiario de un resultado; aquí la materia está provista de estados-valores. Omo utiliza dos de esos estados-valores, bastante nuevos dentro del orden de los detergentes: lo profundo y lo espumoso. Decir que Omo limpia en profundidad (ver el cortometraje publicitario) es suponer que la ropa es profunda, cosa que jamás se había pensado y equivale, sin duda, a magnificarla, a establecerla como un objeto halagador para esos oscuros impulsos a ser cubiertos y a ser acariciados que existen en todo cuerpo humano. En cuanto a la espuma, es bien conocida la significación de lujo que se le asigna. Ante todo, aparenta inutilidad; después, su proliferación abundante, fácil, casi infinita, permite suponer en la sustancia de donde surge un germen vigoroso, una esencia sana y potente, una gran riqueza de elementos activos en el pequeño volumen original; finalmente, estimula en el consumidor una imagen aérea de la materia, un modo de contacto a la vez ligero y vertical, perseguido como la felicidad tanto en el orden gustativo (foies gras, entremeses, vinos) como en el de las vestimentas (muselinas, tules) y en el de los jabones (estrella que toma su baño). La espuma inclusive puede ser signo de cierta espiritualidad en la medida que se considera al espíritucapaz de sacar todo de nada, una gran superficie de efectos con pequeño volumen de causas (las cremas tienen un psicoanálisis totalmente distinto: quitan las arrugas, el dolor, el ardor, etc). Lo importante es haber sabido enmascarar la función del detergente bajo la imagen deliciosa de una sustancia a la vez profunda y aérea que pueda regular el orden molecular del tejido sin atacarlo. Euforia que, por otra parte, no debe hacer olvidar que hay un plano donde Persil y Omo dan lo mismo; el plano deltrust anglo-holandés Unilever.
Sapónidos y detergentes
El Primer Congreso Mundial de la Detergencia (París, septiembre de 1954) ha autorizado al mundo a sucumbir a la euforia por Omo: (las marcas de productos corresponden a las utilizadas en Francia. En cada país pueden hacerse las sustituciones del caso - Traductor) los productos detergentes no sólo no tienen ninguna acción nociva sobre la piel, sino que es posible que puedan salvar de la silicosis a los mineros. Esos productos, desde hace algunos años, son objeto de una publicidad tan masiva, que hoy forman parte de esa zona de la vida cotidiana de los franceses a la que los psicoanalistas, si estuvieran al día, deberían sin duda tomar en cuenta. En ese caso sería útil oponerle el psicoanálisis de los líquidos purifica dores (lejía), al de los polvos saponizados (Lux, Persil) o detergentes (Raí, Paic, Crio, Omo). Las relaciones del remedio y del mal, del producto y de la suciedad, son muy diferentes en uno u otro caso.
Por ejemplo, las lejías han sido consideradas siempre como una suerte de fuego líquido cuya acción debe ser cuidadosamente controlada, en caso contrario el objeto resulta atacado, "quemado"; la leyenda implícita de este género de productos descansa en la idea de una modificación violenta, abrasiva, de la materia; las garantías son de orden químico o mutilante: el producto "destruye" la suciedad. Por el contrario, los polvos son elementos separadores; su papel ideal radica en liberar al objeto de su imperfección circunstancial: ahora se "expulsa" la suciedad, no se la destruye; en la imaginería Omo, la suciedad es un pobre enemigo maltrecho y negro, que huye presuroso de la hermosa ropa pura, ante la sola amenaza del juicio de Omo. Los cloros y los amoniacos, indudablemente, son los delegados de una suerte de fuego total, salvador pero ciego; los polvos, en cambio, son selectivos, empujan, conducen la suciedad a través de la trama del objeto, están en función de policía, no de guerra. Esta distinción tiene sus correspondencias etnográficas: el líquido químico prolonga el gesto de la lavandera que friega su ropa; los polvos, remplazan al del ama de casa que aprieta y hace girar la ropa a lo largo de la pileta.
Pero dentro del orden de los polvos, hace falta oponer, asimismo, la publicidad psicológica a la publicidad psicoanalítica (utilizo esta palabra sin asignarle una significación de escuela particular). La blancura Persil, por ejemplo, funda su prestigio en la evidencia de un resultado; se estimula la vanidad y la apariencia social mediante la comparación de dos objetos, uno de los caíales esmás blanco que el otro. La publicidad Omo también indica el efecto del producto (en forma superlativa, por supuesto), pero sobre todo descubre el proceso de su acción; de esta manera vincula al consumidor en una especie de modus vivendi de la sustancia, lo vuelve cómplice de un logro y ya no solamente beneficiario de un resultado; aquí la materia está provista de estados-valores. Omo utiliza dos de esos estados-valores, bastante nuevos dentro del orden de los detergentes: lo profundo y lo espumoso. Decir que Omo limpia en profundidad (ver el cortometraje publicitario) es suponer que la ropa es profunda, cosa que jamás se había pensado y equivale, sin duda, a magnificarla, a establecerla como un objeto halagador para esos oscuros impulsos a ser cubiertos y a ser acariciados que existen en todo cuerpo humano. En cuanto a la espuma, es bien conocida la significación de lujo que se le asigna. Ante todo, aparenta inutilidad; después, su proliferación abundante, fácil, casi infinita, permite suponer en la sustancia de donde surge un germen vigoroso, una esencia sana y potente, una gran riqueza de elementos activos en el pequeño volumen original; finalmente, estimula en el consumidor una imagen aérea de la materia, un modo de contacto a la vez ligero y vertical, perseguido como la felicidad tanto en el orden gustativo (foies gras, entremeses, vinos) como en el de las vestimentas (muselinas, tules) y en el de los jabones (estrella que toma su baño). La espuma inclusive puede ser signo de cierta espiritualidad en la medida que se considera al espíritucapaz de sacar todo de nada, una gran superficie de efectos con pequeño volumen de causas (las cremas tienen un psicoanálisis totalmente distinto: quitan las arrugas, el dolor, el ardor, etc). Lo importante es haber sabido enmascarar la función del detergente bajo la imagen deliciosa de una sustancia a la vez profunda y aérea que pueda regular el orden molecular del tejido sin atacarlo. Euforia que, por otra parte, no debe hacer olvidar que hay un plano donde Persil y Omo dan lo mismo; el plano deltrust anglo-holandés Unilever.
Creación colectiva a partir de una idea original de Natalia Géci y Will Pease.
Dirección General y Puesta en Escena: Natalia Géci. Dirección de Actores: Paula Etchebehere. Elenco Masculino: Nicolás Alonso y Sandro Nunziata. Elenco Femenino: Natacha Cordoba y Romina Michelizzi. Producción Ejecutiva: Mariana Rub y Gustavo Schraier. Asistente de Dirección: Carolina Fioranelli. Música Original: Lautaro Cottet. Diseño de Luces y Fotografía: Soledad Ianni. Diseño de Efectos de Sonido: Miguel Altamirano. Diseño de Objetos: Natalia Géci y Marina Apollonio. Diseño de Escenografía: Natalia Géci. Realización de Escenografía: Carolina Fioranelli, Paula Picciani, Marina Apollonio y Valeria Abuin. Asesoría Escenográfica: Paula Picciani. Diseño y Realización de Vestuario: Stella Maris Müller. Diseño Gráfico: SXH Diseño. Realización de Estructura Metálica: Duilio de La Pittima. Prensa: Tehagolaprensa. Sábados 19 hs. (elenco masculino); domingo 19 hs. (elenco femenino). Teatro del Nudo, Corrientes 1551, Capital Federal.
Esta obra tan original y sutil puede ubicarse entre las propuestas de las nuevas poéticas, que en lugar de acudir a un texto dramático y representarlo, prefieren la creación colectiva de los participantes del hecho teatral. Por eso cuando comienza la acción y una actriz sube al escenario desde la platea, da la sensación de estar invitando al propio espectador a integrarse. Y éste se verá obligado a hacerlo puesto que The Box no ofrece una historia lineal con principio y fin, sino una sucesión de cuadros cargados de símbolos.
Para comenzar, la pieza carece de diálogos, lo cual la enlaza con la tradición del mimo, aunque sin adoptar su estética. La citada actriz, antes de entrar en una casa de estructura metálica, abre un paraguas porque el sonido y las luces están indicando que llueve. Hay que destacar que los procedimientos lumínicos componen el clima y aluden a los lugares o zonas en que transcurre la acción. Además, se perciben ruidos (pasos que ascienden una escalera, puertas que se cierran, trinos de pájaros), como si se tratara de una banda sonora de un filme, recurso que adquiere —junto a la cautivante y expresiva música de Lautaro Cottet— un protagonismo fundamental, tanto como lo tiene en el cine, incluso en el mudo, ya que entonces estaba la orquesta o el piano para acompañar la pantalla silenciosa. El diseño de luces de Soledad Ianni y los efectos sonoros de Miguel Altamirano constituyen soportes esenciales en este encantador espectáculo.
Esa pequeña casa, prácticamente liliputiense, se convierte luego en una caja flexible que es una verdadera fuente de sorpresas por las formas que la imaginación del grupo le proporciona. La escenografía de Natalia Géci despliega una inventiva y una funcionalidad sorprendentes, como también su dirección.
Así, se sugieren flores, aves, el fondo del mar con temibles tiburones, objetos irreconocibles, en tanto las dos excelentes actrices (Natacha Cordoba y Romina Michelizzi) realizan hazañas acrobáticas dentro de la caja y aparecen como cabezas de muñecos, o nadando, o mostrando sólo sus piernas o brazos. Aquí se podría encontrar un primoroso registro plástico, en donde el entusiasta de las bellas artes podrá establecer asociaciones con las vanguardias que se expresan a través de las instalaciones y de las intervenciones.
Una lectura de la obra podría llevarnos a la conclusión de que se trata de un registro onírico, en el cual el inconsciente recorre recovecos secretos —en donde anidan la angustia, la soledad y la certeza de nuestra efímera existencia—, pero también transita paisajes conectados con la plenitud y la alegría. Hay también una madre que literalmente se traga a su hija para luego volver a engendrarla. Por último, y tal vez lo más importante, es el buceo interior que se ve obligado a realizar el espectador ante este torrente de imágenes y de ideas que lo sumergen en sus propios temores y dudas.
Pero más allá de cualquier interpretación, The Box encandila por la belleza visual que propone y por su envolvente poesía. Y de este logro se hace acreedor todo el equipo que figura en la ficha técnica.
Germán Cáceres
Dirección General y Puesta en Escena: Natalia Géci. Dirección de Actores: Paula Etchebehere. Elenco Masculino: Nicolás Alonso y Sandro Nunziata. Elenco Femenino: Natacha Cordoba y Romina Michelizzi. Producción Ejecutiva: Mariana Rub y Gustavo Schraier. Asistente de Dirección: Carolina Fioranelli. Música Original: Lautaro Cottet. Diseño de Luces y Fotografía: Soledad Ianni. Diseño de Efectos de Sonido: Miguel Altamirano. Diseño de Objetos: Natalia Géci y Marina Apollonio. Diseño de Escenografía: Natalia Géci. Realización de Escenografía: Carolina Fioranelli, Paula Picciani, Marina Apollonio y Valeria Abuin. Asesoría Escenográfica: Paula Picciani. Diseño y Realización de Vestuario: Stella Maris Müller. Diseño Gráfico: SXH Diseño. Realización de Estructura Metálica: Duilio de La Pittima. Prensa: Tehagolaprensa. Sábados 19 hs. (elenco masculino); domingo 19 hs. (elenco femenino). Teatro del Nudo, Corrientes 1551, Capital Federal.
Esta obra tan original y sutil puede ubicarse entre las propuestas de las nuevas poéticas, que en lugar de acudir a un texto dramático y representarlo, prefieren la creación colectiva de los participantes del hecho teatral. Por eso cuando comienza la acción y una actriz sube al escenario desde la platea, da la sensación de estar invitando al propio espectador a integrarse. Y éste se verá obligado a hacerlo puesto que The Box no ofrece una historia lineal con principio y fin, sino una sucesión de cuadros cargados de símbolos.
Para comenzar, la pieza carece de diálogos, lo cual la enlaza con la tradición del mimo, aunque sin adoptar su estética. La citada actriz, antes de entrar en una casa de estructura metálica, abre un paraguas porque el sonido y las luces están indicando que llueve. Hay que destacar que los procedimientos lumínicos componen el clima y aluden a los lugares o zonas en que transcurre la acción. Además, se perciben ruidos (pasos que ascienden una escalera, puertas que se cierran, trinos de pájaros), como si se tratara de una banda sonora de un filme, recurso que adquiere —junto a la cautivante y expresiva música de Lautaro Cottet— un protagonismo fundamental, tanto como lo tiene en el cine, incluso en el mudo, ya que entonces estaba la orquesta o el piano para acompañar la pantalla silenciosa. El diseño de luces de Soledad Ianni y los efectos sonoros de Miguel Altamirano constituyen soportes esenciales en este encantador espectáculo.
Esa pequeña casa, prácticamente liliputiense, se convierte luego en una caja flexible que es una verdadera fuente de sorpresas por las formas que la imaginación del grupo le proporciona. La escenografía de Natalia Géci despliega una inventiva y una funcionalidad sorprendentes, como también su dirección.
Así, se sugieren flores, aves, el fondo del mar con temibles tiburones, objetos irreconocibles, en tanto las dos excelentes actrices (Natacha Cordoba y Romina Michelizzi) realizan hazañas acrobáticas dentro de la caja y aparecen como cabezas de muñecos, o nadando, o mostrando sólo sus piernas o brazos. Aquí se podría encontrar un primoroso registro plástico, en donde el entusiasta de las bellas artes podrá establecer asociaciones con las vanguardias que se expresan a través de las instalaciones y de las intervenciones.
Una lectura de la obra podría llevarnos a la conclusión de que se trata de un registro onírico, en el cual el inconsciente recorre recovecos secretos —en donde anidan la angustia, la soledad y la certeza de nuestra efímera existencia—, pero también transita paisajes conectados con la plenitud y la alegría. Hay también una madre que literalmente se traga a su hija para luego volver a engendrarla. Por último, y tal vez lo más importante, es el buceo interior que se ve obligado a realizar el espectador ante este torrente de imágenes y de ideas que lo sumergen en sus propios temores y dudas.
Pero más allá de cualquier interpretación, The Box encandila por la belleza visual que propone y por su envolvente poesía. Y de este logro se hace acreedor todo el equipo que figura en la ficha técnica.
Germán Cáceres
El Bicentenario se terminó, sáquense las caretas. Bueno, si todavía les queda algo de esa rebeldía, el Cineclub La Rosa propone un ciclo con dos películas de Michael Moore, en las que pone al desnudo las contradicciones del sistema norteamericano.
El miércoles 7 de julio, a las 20, proyecta Roger y yo, en la que Moore persigue por cielo y tierra al gerente de General Motors para que le explique por qué cierra fábricas y deja ciudades devastadas, como en el caso de donde él nació y toda su familia trabajó, Flint.
El miércoles 21, también a las 20, será el turno de Bowling for Columbine, la película que ganó el Oscar al mejor documental a raíz de mostrar las probables causas para que Estados Unidos sea uno de los países con más facilidades para acceder a un arma, tomando como base la masacre de la escuela de Columbine.
Todo con entrada libre y gratuita, en Austria 2154. Más información: http://www.cineclublarosa.blogspot.com/