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El 30 de enero de 1969 Los Beatles tocaron juntos por última vez en la terraza de los estudios Apple, en Londres. El fin de una era en donde los cuatro de Liverpool -George, Paul, John y Ringo- dejaron su sello para siempre.

La idea surgió porque Los Beatles no encontraban un buen final para su última película llamada Let it be. Alguien les avisó que la policía podría llegar a intervenir, y a Paul McCartney se le escuchó decir que "ése sería un gran final para la película!"

Tocaron "Dont let me down" y "Get Back", cuando entonces sucedió lo esperado. Llegó la policía. Ringo Starr se imaginaba forcejeando con dos o tres agentes hasta que lo obligaran a dejar de tocar la batería. Pero lo que hizo la policía fue exigirles que bajaran el volumen. En la calle la gente escuchaba su música.

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John Berger escribe sobre el drama palestino a través del recuerdo de un gran poeta.

Imágenes del territorio palestino tras las nuevas
operaciones militares israelíes

Pocos días después de nuestro regreso de lo que, hasta hace poco, se consideraba el futuro estado de Palestina y hoy es la cárcel más grande del mundo (Gaza) y la sala de espera más grande del mundo (Cisjordania), tuve un sueño. Estaba solo, de pie, desnudo hasta la cintura, en un desierto de arenisca. Más tarde, la mano de alguien recogía polvo del suelo y lo arrojaba contra mi pecho. Era un acto de consideración más que de agresión. Antes de tocarme, el polvo o la grava se transformaba en jirones de tela, probablemente algodón, que envolvían mi torso. Luego estos harapos volvían a cambiar convertidos en palabras, en frases. Escritas no por mí sino por el lugar. Al recordar este sueño, me vino a la mente la expresión barrido por la tierra. Repetidas veces. Barrido por la tierra habla de un lugar o lugares donde todo, tanto lo material como lo inmaterial, ha sido arrojado a un lado, saqueado, arrebatado, demolido, regado hasta desaparecer, todo salvo la tierra tangible. Hay una pequeña colina llamada Al Rabweh en las afueras del oeste de Ramallah, está al final de la calle Tokio. Cerca de la cima de la colina está enterrado el poeta Mahmoud Darwish. No es un cementerio.

La calle se llama Tokio porque conduce al Centro Cultural de la ciudad, que se halla al pie de la colina y fue construido con fondos japoneses. Fue en este Centro donde Darwish leyó algunos de sus poemas por última vez, aunque entonces nadie suponía que sería la última. ¿Qué significa la palabra última en momentos de desolación?

Fuimos a visitar la tumba. Tiene una lápida. La tierra excavada sigue desnuda, y los que lo lloran han dejado pequeñas coronas de trigo verde - como sugiere en uno de sus poemas -. También hay anémonas rojas, trocitos de papel, fotos. Él quería ser enterrado en Galilea, donde había nacido y donde aún vive su madre pero los israelíes no lo permitieron. En el funeral, decenas de miles de personas se congregaron allí, en Al Rabweh. Su madre, que tiene 96 años, les habló. "Es hijo de todos ustedes", les dijo.

¿En qué ruedo hablamos cuando hablamos de los seres queridos que acaban de morir o de ser muertos? Creemos que nuestras palabras resuenan en un momento presente más presente que aquellos en los que vivimos normalmente. Comparable a aquellos en que hacemos el amor, enfrentamos un peligro inminente, tomamos una decisión irrevocable, bailamos un tango. No es en el ruedo de lo eterno donde resuenan nuestras palabras pero podría ser que estuvieran en alguna pequeña galería de ese ruedo.

En la colina, ahora desierta, traté de recordar la voz de Darwish. Tenía la voz tranquila de un apicultor:

"Una caja de piedra
donde los vivos y los muertos se mueven en el barro seco
como las abejas cautivas en el panal de una colmena
y cada vez que el sitio se estrecha
hacen una huelga de hambre de flores
y le piden al mar que les muestre la salida de emergencia."

Al recordarla, sentí la necesidad de sentarme en la tierra tangible, en el pasto verde. Lo hice.

En árabe, Al Rabweh significa "la colina cubierta de pasto verde". Sus palabras han vuelto al lugar de donde salieron. Y no hay nada más. Una nada compartida por cuatro millones de personas. La siguiente colina, a 500 metros de distancia, es un basural. Los cuervos lo sobrevuelan en círculos. Algunos niños escarban entre los desperdicios. Cuando me senté en la hierba junto a la tumba recién excavada, ocurrió algo inesperado. Para definirlo tengo que describir otro hecho.

Sucedió hace pocos días. Mi hijo Yves manejaba e íbamos hacia la ciudad de Cluses en los Alpes franceses. Había nevado. Las laderas de las colinas, los campos y los árboles estaban blancos, y la blancura de la primera nieve a menudo confunde a las aves, interfiriendo con su sentido de la distancia y la orientación. De pronto, un pájaro golpeó el parabrisas. Por el espejo retrovisor, Yves lo vio caer al costado del camino. Frenó y dio marcha atrás. Era un pájaro pequeño, un petirrojo. Atontado pero todavía con vida, abría y cerraba los ojos. Lo recogí de la nieve, lo sentí tibio en mi mano, muy tibio, los pájaros tienen la sangre a una temperatura más alta que la nuestra. Seguimos camino. De a ratos, yo lo revisaba. En media hora había muerto. Lo levanté para colocarlo en el asiento trasero del auto. Lo que me sorprendió fue su peso. Pesaba menos que cuando lo recogí de la nieve. Lo pasé de una mano a otra para asegurarme. Era como si la energía que tenía cuando estaba vivo, su lucha por la vida, lo hubiera hecho más pesado. Ahora era casi ingrávido. Tras sentarme sobre el pasto de la colina de Al Rabweh, ocurrió algo parecido. La muerte de Mahmoud había perdido su peso. Lo que quedaba eran sus palabras.

Han pasado los meses, cada uno cargado de presagios y silencio. Ahora las catástrofes fluyen juntas hacia un delta que no tiene nombre y al que los geógrafos bautizarán más tarde, mucho más tarde. Hoy no hay nada que hacer más que tratar de caminar sobre las amargas aguas de este delta sin nombre.

Gaza, la cárcel más grande del mundo, se está transformando en un matadero. La palabra Franja (de Franja de Gaza) se empapa de sangre, como le ocurrió a la palabra gueto hace 65 años.

Día y noche, las Fuerzas de Defensa israelíes lanzan bombas, proyectiles, armas radiactivas GBU39 y descargas de ametralladora desde el aire, el mar y la tierra contra una población civil de un millón y medio de personas. El número estimado de mutilados y muertos aumenta con cada informe de los periodistas internacionales, a quienes Israel les ha prohibido entrar en la Franja. Sin embargo, la cifra crucial es que por cada baja israelí hay cien bajas palestinas. Una vida israelí vale cien vidas palestinas. Las implicancias de esta hipótesis son constantemente reiteradas por los portavoces israelíes con el fin de que resulten aceptables y normales. A la masacre pronto seguirá la peste; la mayoría de los edificios no tienen ni agua ni electricidad, los hospitales carecen de médicos, medicamentos y generadores. La masacre sigue a un bloqueo y un sitio. Más y más voces de protesta se levantan en todo el mundo. Pero los gobiernos de los ricos con sus medios de prensa mundiales y orgullosos de poseer armas nucleares, garantizan a Israel que todos mirarán a otro lado ante los crímenes que cometen sus Fuerzas de Defensa.

"Un lugar que llora entra a nuestro sueño," escribió el poeta kurdo Bejan Matur, "un lugar que llora entra a nuestro sueño y nunca se va." Nada más que tierra barrida por la tierra.

Cuatro meses atrás, me encuentro en Ramallah, en un estacionamiento subterráneo abandonado y ocupado por un grupo de artistas visuales palestinos, entre ellos la escultora Randa Mdah. Contemplo una instalación suya con el título de "Teatro de títeres". Está compuesta por un bajorrelieve de tres metros por dos, que se levanta vertical como una pared. Frente a ella, sobre el piso, hay tres figuras esculpidas. El bajorrelieve de hombros, caras, manos, fue construido sobre un armazón de alambres, poliéster, fibra de vidrio y arcilla. Está pintado de colores - verdes oscuros, marrones, rojos -. La profundidad del relieve es casi la misma que la de las puertas de bronce de Ghiberti para el Bautisterio de Florencia, y el escorzo y las distorsionadas perspectivas han sido tratados con casi la misma maestría. (Yo jamás habría adivinado que la artista era tan joven. Tiene 29 años.) La pared del bajorrelieve es como "la cerca" a la que se parece el público de un teatro cuando se lo ve desde el escenario.

En el piso del escenario que está enfrente, hay figuras de tamaño real, dos mujeres y un hombre. Están hechas de los mismos materiales pero con colores más apagados. Una de ellas está al alcance de la mano del público, otra a dos metros y la tercera, al doble de esa distancia. Llevan ropa de calle, la que eligieron ponerse esa mañana. Sus cuerpos están atados a cuerdas que cuelgan de tres varillas horizontales, las que a su vez cuelgan del cielorraso. Son títeres; las varillas son las barras de control de los titiriteros ausentes o invisibles.

Todas las figuras del bajorrelieve miran lo que tienen ante los ojos y se retuercen las manos. Sus manos son parvadas de aves de corral. Son impotentes. Se retuercen porque no pueden intervenir. Son un bajorrelieve, no son tridimensionales y por lo tanto no pueden ingresar o intervenir en el mundo real sólido. Representan el silencio. Esta obra tiene un poder que no veo en ninguna otra. Se adueña de la tierra donde se levanta. Vuelve sagrado el campo de exterminio situado entre los espectadores horrorizados y las víctimas agonizantes. Transformó el piso de un estacionamiento en algo barrido por la tierra. Esta obra profetizó la Franja de Gaza.

La tumba de Mahmoud Darwish en la colina de Al Rabweh ha sido cercada por orden de la Autoridad Palestina y una pirámide de cristal se levanta sobre ella. Ya no es posible sentarse en cuclillas junto a él. Pero sus palabras son audibles y podemos repetirlas y seguir repitiéndolas.

Tengo trabajo que hacer sobre la geografía de los volcanes
de la desolación a la ruina
de la época de Lot a la de Hiroshima
como si nunca hubiese vivido
con un ansia que aún no conozco
quizá el Ahora se ha alejado
y el ayer se ha acercado
así que tomo la mano del Ahora para caminar por el borde de la historia
y evitar el tiempo cíclico con su caos de cabras montaraces
¿Cómo puede salvarse mi mañana?
¿Por la velocidad del tiempo electrónico
o por la lentitud de mi caravana del desierto?
Tengo trabajo hasta mi muerte
como si no viera el mañana
y tengo trabajo para un hoy que no está aquí
así que escucho suavemente suavemente
el latido de hormiga de mi corazón.

Las citas pertenecen al poema Mural, de Darwish.

John Berger
Publicado en castellano en el suplemento de cultura Ñ, del diario Clarín de Buenos Aires, 11 de enero de 2009. Traducción del inglés de Elisa Carnelli


John Berger
El autor de esta nota, nacido en Londres en 1926, está considerado uno de los más grandes escritores ingleses de la actualidad. También dibujante y fotógrafo, es premio Booker y en la trilogía De sus fatigas aborda el cambio social que produjo el paso de la vida rural a la vida urbana durante el siglo pasado. Sus obras más conocidas son Hacia la boda, Lila y Flag y Una vez en Europa. Sus artículos y ensayos del libro Mirar son una referencia ineludible para los interesados en el arte. Con una escritura concisa y de aliento poético, en sus historias prevalece la observación moral y social y el interés por los desamparados.

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Lo primero que llama la atención en esta novela monumental de Roberto Bolaño (1953-2003) es su impronta de totalidad, a la manera de La comedia humana, de Balzac, Los Rougon-Macquart, de Zola, o los menos alejados ejemplos de En busca del tiempo perdido, de Proust, y El hombre sin atributos, de Musil.


La obra consta de cinco partes (o novelas) que Bolaño recomendó –cuando ya no dudaba de su próxima muerte- editar en forma separada porque estimaba que sería más rentable y beneficiaría a sus herederos, pero Ignacio Echevarría (persona a quien designó referente literario de su obra) resolvió publicar todo el texto en un solo libro (1119 páginas) para respetar el propósito original del autor.

Esas cinco partes no se continúan a la manera de los ocho títulos de la novela río Los Thibaut, de Martin du Gard, y tampoco representan visiones desde diferentes ángulos de una problemática, al modo del filme Mary Reilly (1996), de Stephen Frears, en el cual en el drama del doctor Jekyll se involucraba su sirvienta. Sin embargo, esas partes se imbrican y complementan de una forma tan audaz como novedosa: es como si los personajes, en esta historia abierta, se perdieran o esfumaran en la nada, como si en el año 2666 que señala el escritor chileno, la Tierra podría estar deshabitada o, de acuerdo a una óptica metafísica, el universo dejara de existir. Ángeles Donoso rastrea esa fecha en una cita de una anterior novela de Bolaño, Amuleto, de 1999: “a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio de 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo” (1).

Hay un tema que une férreamente las novelas del libro y da cuenta de la personalidad latinoamericana de Bolaño: una denuncia implacable sobre los crímenes en Ciudad Juárez, México, que en su casi totalidad quedan impunes y sin esclarecer porque en ellos están involucrados policías, políticos, empresarios y narcotraficantes. “La parte de los crímenes” es una enumeración que da la sensación de ser ilimitada sobre los brutales asesinatos de mujeres jóvenes -a muchas de ellas se las estranguló o destrozó a cuchilladas-, que fueron violadas vaginal y analmente. Pero allí no se agota el sadismo y el ensañamiento: a algunas se les había cercenado un pecho y arrancado el pezón del otro. Esta misoginia patológica queda revelada en toda su espeluznante atrocidad. En la nota de Ángeles Donoso, se informa que las autoridades de Chihuahua señalaron que “si las mujeres habían sido asesinadas la culpa era de ellas por andar solas de noche por la calle, o por vestirse con ropas provocativas y maquillaje”.

En este tramo Bolaño adopta un estilo informativo, casi periodístico. En las demás partes no cambia demasiado ese método porque si bien da cuenta de los pensamientos y emociones de los personajes, en vez de realizar buceos psicológicos describe comportamientos. Su prosa sigue esta impronta documental, de impecable calidad y nutrido vocabulario, a los que agrega un aporte idiomático. Como indicó Rodrigo Rojas: “Es un español muy diverso, difícil de domesticar, y estratégicamente construido para que a todos los lectores les suene tan familiar como foráneo” (2).

Otro aporte de 2666 es incorporar el ensayo a la ficción, como experimentaron en forma magistral Claudio Magris en El Danubio, Vila-Matas en Bartleby y compañía y Sebald en Vértigo. Es asombrosa la vasta erudición que muestra Bolaño. En la “La parte de los crímenes” enuncia un sinnúmero de fobias y en “La parte de Archimboldi” describe con precisión varios tipos de algas. Pero como el personaje principal es alemán, el autor no desaprovecha la oportunidad para demostrar sus amplios conocimientos de literatura germana. Además, comenta muchas recetas culinarias con profusión de detalles. Sucede que Beno von Archimboldi es el seudónimo elegido por el personaje Hans Reiter, que se inspiró en el artista milanés Giuseppe Arcimboldi, del siglo XVI, célebre pintor de insólitos retratos, pues utilizó una suerte de collage de verduras, frutas, aves, raíces. También debe destacarse la narración pormenorizada de las cruentas acciones bélicas ocurridas durante la Segunda Guerra Mundial en el frente del Este entre los ejércitos alemán y rumano por un lado y el soviético por el otro, como si fueran un antecedente de las abominables vejaciones de Ciudad Juárez (o Santa Teresa, como se la denomina en 2666). Mientras Bolaño teje una sutil red de hipertextos, recurre a la superchería literaria mezclando personajes apócrifos e históricos.

Pese a tanta erudición y profundidad, Bolaño adopta un tono lúdico no exento de humor. Así tenemos en la “Parte de los críticos”, cómo los académicos Pelletier, Espinoza, Morini y la seductora Liz Norton rastrean con pasión obsesiva la obra del nombrado Archimboldi, un misterioso escritor de culto. Los representa extravagantes y hasta ridículos, enfrascados en una lucha inútil y sin cuartel con un autor huidizo y de cuya vida se sabe poco y nada. Como Morini es inválido ya que además de haber sufrido un grave accidente padece de esclerosis múltiple -por lo que está condenado a andar en silla de ruedas-, la Norton se dedica a mantener relaciones sexuales con los otros dos críticos sin ningún tipo de prejuicio y llegan a formar un trío que comparte el mismo lecho. Pero, curiosamente, ante el estupor de Pelletier y Espinoza –y del propio lector- la desinhibida ensayista termina yéndose a vivir con Morini dado que ambos se quieren entrañablemente. Bolaño insinúa burlarse del amor y del deseo, tal vez porque sugiera que la vida carece de sentido.

El escritor chileno parece haber decidido apelar a cierta estructura de la novela china, es decir el desarrollo una sucesión de relatos (en la línea de La montaña del alma, de Gao Xingjian) y, desplegando una imaginación ilimitada, introduce una profusión de historias breves y de subtramas, cargadas de sorpresas y de complejos enigmas. Por ello, Andrés Neuman invoca “su poesía descarnada que planta un tronco beat en el jardín del surrealismo francés” (3).

Otra gran incógnita es la del escritor Hans Reiter (o sea Archimboldi). Bolaño no abunda en precisiones sobre sus ideas o conceptos estéticos: da la imagen de un narrador desganado, que no está actualizado en sus lecturas y que más que escribir le interesa ocultarse de todo el mundo y vivir en soledad. No obstante, es candidato al Nobel, premio por el cual no exhibe excesivo interés porque su vocación literaria no aparenta ser muy sólida. Este extraño personaje no puede menos que remitir a B. Traven, el fantasmal autor de la novela El tesoro de la Sierra Madre, que fue llevada al cine por John Huston. Según Vila-Matas, B. Traven es “la auténtica expresión de lo que conocemos por 'escritor oculto' (…) por lo que su identidad sigue siendo un misterio” (4). Por eso, al final del libro Archimboldi se sienta a tomar un helado­ ­­fűrst Pűckler, que consta de tres sabores: chocolate, vainilla y fresa, y un desconocido le comenta: “El, ¿cómo llamarlo?, creador de este helado fue un antepasado mío (…), cuyas principales aficiones eran la botánica y la jardinería. Por supuesto, él pensaba, si alguna pensó en esto, que pasaría a la, ¿cómo llamarlo?, historia por alguno de los muchos opúsculos que escribió y publicó (…) Lo que no pensó jamás fue que pasaría a la historia por darle el nombre a una combinación de helados de tres sabores.” (5)

Como si destino se riera con una carcajada feroz de los anhelos de los seres humanos y los arrojara a un abismo infinito.

Germán Cáceres

(1) Donoso, Ángeles, “2666, de Roberto Bolaño: violencia y literatura en las fronteras de la realidad latinoamericana”. www.bifurcaciones.cl/005/2666.htm
(2) Prieto, Ana, “El legado creativo de Roberto Bolaño recorrió el Festival de Literatura”. Buenos Aires, Clarín, 16.11.2008.
(3) Neuman, Andrés, “Las tres apariciones de Bolaño”. Buenos Aires, Ñ, 15.11.2008.
(4) Vila-Matas, Bartleby y compañía. Barcelona, Anagrama, 2000.
(5) Bolaño, 2666. Barcelona, Anagrama, 2008.


Obras de Roberto Bolaño

Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984, novela, en colaboración con Antoni García Porta, premio Ámbito Literario de Narrativa), La senda de los elefantes (1984, novela corta, premio Félix Urabayen), La pista de hielo (1993, novela, premio Ciudad de Alcalá de Henares), Literatura nazi en América (1996, novela), Estrella distante (1996, novela corta), Llamadas telefónicas (1997, cuentos, premio municipal de Santiago de Chile), Los detectives salvajes (1998, novela, premios Herralde y Rómulo Gallegos), Amuleto (1999, novela corta), Monsieur Pain (1999, novela), Nocturnos de Chile (2000, novela corta), Tres (2000, poesía), Los perros románticos (2000, poesía), Putas asesinas (2001, cuentos), Amberes (2002, novela), Una novelita lumpen (2002), El gaucho insufrible (2003, relatos cortos), Entre paréntesis (2004, ensayos, artículos, discursos y entrevistas), 2666 (2004, novela, premios Ciudad de Barcelona, Salambó, Fundación Lara, Altazor y municipal de Santiago de Chile), La universidad desconocida (2007, poesía) y El secreto del mal (2007, cuentos).

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