La vida útil de Jorge Jellinek

A los 62 años, este sábado 22 de junio de 2019 falleció en Montevideo el crítico cinematográfico, programador de festivales y divulgador del cine latinoamericano Jorge Jellinek.


A nadie que haya recorrido los festivales de la región le podía pasar desapercibido. Su gran tamaño, su altura, los anteojos opacos y su vozarrón eran inconfundibles. Su apretón de manos y calidez  también. Jorge era por sobre todas las cosas un bonachón. Un tipo lleno de planes, de proyectos, entusiasta del cine, apasionado.

Cuando lo vimos actuar en La vida útil (2010), de Federico Veiroj, entendimos que ese personaje era Jorge, una persona dedicada enteramente al cine, cuya forma de existir estaba vinculada a las películas, las salas y la exhibición. Que no concebía el mundo fuera de la magia que irradiaba la pantalla a 24 cuadros por segundo. Su protagónico le valió el premio al mejor actor en el BAFICI. Dos años despues volvió a actuar en El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo, coproducción hispano-argentina con José Sacristán.

Jellinek fundó y dirigió festivales que llevaban su marca. El comienzo del invierno lo encontraba con su fiel ladero Gustavo Iribarne y el incansable Alejandro Yamgotchian articulando la programación de otra edición, la decimosexta, de "Piriápolis de película", uno de los festivales más hermosos y cálidos de los que tuve el gusto de participar.

Allí buscaba casi en la misma medida difundir la obra de jóvenes y rememorar la de glorias pasadas, todo con la sabiduría y calidez uruguaya que hacen del reconocimiento un sincero homenaje, y no una puesta en escena del glamour. En el pequeño balneario uruguayo llegó a convocar a los más grandes nombres del Mercosur, que daban el sí ante la sola propuesta de ser convocados a participar con sus obras y acercarse al público, siempre entusiasta.

También andaba Jorge con Fernando Goldsman, otro todoterreno del cine, pensando en los encuentros de Punta del Este, y no dejaba de lado su actividad en Montevideo. Viajaba a Gramado, a Mar del Plata o al BAFICI cada año. Querido en las dos orillas, se sentirá su pérdida porque perteneció al no tan numeroso grupo de imprescindibles.

Emiliano Penelas

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