La aduana del correo, o el infierno en la tierra

En un reporte anterior comentábamos las peripecias para que el Correo Argentino en vez de dejarte en tu casa un aviso de visita para recoger un paquete dejaba un aviso de visita para que busques el aviso de visita para recoger el paquete. Pero eso no es todo, porque aún queda ir a buscar el bendito envío, aquí donde el correo no va a tu casa sino vos al correo.


Una vez recibido el lindo aviso hay que completar los formularios de la AFIP: declaración jurada y pago del VEP (Volante electrónico de pago) por el 50% de la compra hecha en el exterior, incluyendo gastos de envío. Jamás entenderemos porqué además del valor del objeto que se importa también pagamos impuestos sobre el servicio que implica transportarlo al país, pero se paga. Estos trámites no son sencillos, no están explicados paso a paso en la web de la AFIP y no siempre salen de una vez, porque el sistema es adicto a colgarse en reiteradas ocasiones.


Si superamos todo eso deberemos imprimir la DDJJ y el comprobante de pago del VEP, y presentarnos con toda la documentación, más DNI o autorización en caso de hacer el trámite para un tercero, en las oficias de la aduana del correo, frente a la terminal de ómnibus de Retiro (por suerte cerraron la dependencia junto al Aeropuerto de Ezeiza).

Allí, desde este año, el correo se encarga de cobrarte $40 por "acceso a la aduana" y eventualmente $8 por día extra en caso de dejar pasar más de cuatro desde recibido el aviso (eran $25 y $5 inicialmente, pero la inflación aquí aumentó más que la oficialmente notificada por el INDEC). No sabemos por qué se cobra esto, pero se paga, y es la primera de las muchas colas que hay que hacer.


Con el talón del aviso se pasa a la "sala de más espera" donde a través de unos televisores (buena tarea de la tecnología, hasta no hace mucho era un hombre con micrófono anunciando números como en el bingo) uno sigue la suerte de su pedido. Aquí la operación pude demorar un par de horas si somos afortunados, o más de cinco como nos ha tocado en otras ocasiones. Y hasta seis, viendo escenas de violencia contenida de parte del paciente público, hordas de seres humanos esperando por sus tremendas importaciones de 20, 30 o 40 dólares, envío incluido.


Una vez nuestro número es anunciado por los monitores pasamos a realizar una nueva cola, en el interior mismo de la aduana, a la espera de que un oficial toma nuestro paquete y nos conduzca a un mostrador para abrirlo con un cuter y examinar todo el contenido de la compra mientras observa nuestra DDJJ y comprobante de pago del correspondiente impuesto a la exportación realizada. Último paquete: U$S 23,99 envío incluido.

Este buen hombre nos recuerda, además, que al ser el segundo envío solicitado en el año, ya no podremos traer más cosas al país. Son sólo dos veces al año las que nos hacen el favor de acudir a este antro. En caso de recibir otro paquete, la mercadería será devuelta al origen sin derecho al pataleo.


Si todo está en condiciones (y allí, después de horas de espera, nos corre la gota gorda esperando que haya una coma que rechace nuestra solicitud e irnos con las manos vacías) el hombre nos dará nuestro paquete y nos dirigiremos hacia la salida, donde antes deberemos aguardar un poco más a que un funcionario del correo coloque el marbete final de lo que fue alguna vez nuestro paquete destrozado en una planilla que llevará nuevamente firma, aclaración y datos personales. Fin de la odisea, unas tres horas y media después de haber entrado (excelente tiempo).

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