Cómo seguir una carta

He aquí una Regla de oro para co­menzar: Escribe con legibilidad. ¡El tem­peramento medio de la raza humana se po­dría dulcificar considerablemente si todo el mundo obedeciera esta Regla! Gran parte de la mala escritura en el mundo pro­viene simplemente de escribir demasiado deprisa. «¡Por supuesto!», replicarás: «Lo hago para ganar tiempo». Una muy buena objeción, sin duda; pero, ¿es justo que lo hagas a costa de tu amigo? ¿ No es su tiempo tan valioso como el tuyo? Hace años solía recibir cartas de un amigo; cartas muy interesantes escritas por una de las manos más atroces jamás inventadas. Por lo general me costaba alrededor de una se­mana leer cada una de esas cartas. Solía lle­varlas en el bolsillo, y las sacaba en los tiempos muertos, devanándome los sesos con los acertijos que las componían, poniéndolas en diferentes posiciones y a di­ferentes distancias, hasta que, finalmente, el significado de alguno de esos desespera­dos garabatos me iluminaba y era capaz de percibir lo que de inglés allí subyacía. Una vez varios de ellos eran, al menos atisba­dos, con el resto me podía ayudar del con­texto hasta que toda la serie de jeroglíficos quedaba al fin descifrada. ¡Si todos los ami­gos de uno escribieran así, gastaríamos la vida entera en leer sus cartas! 

 
Esta regla se aplica especialmente a nombres de persona o lugares, y muy es­pecialmente a los nombres extranjeros. Una vez tuve una carta que contenía algu­nos nombres en ruso escritos con el mismo aspecto de revuelto apresurado con el que la gente escribe frecuentemente el «Since­ramente tuyo». El contexto, por supuesto, no ayudó en lo más mínimo, y, hasta donde yo sabía, unas grafías eran tan im­probables como las otras: fue necesario es­cribir a mi amigo diciéndole que no era capaz de leer ninguno de ellos. 

"Ocho o nueve palabras sabias sobre escritura epistolar", de Lewis Carroll

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